lunes, 22 de septiembre de 2008

Beso de despedida



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Sintió el roce de unos labios tras su oreja, justo allí donde la piel, aún abotargada, se negaba, por lo general, a reaccionar a estímulo alguno. Entonces lo supo. Supo que lo había perdido otra vez, esta vez para siempre. Volvió su rostro asustada. Hacía sólo unos instantes allí no había nada, sólo la calle solitaria y húmeda. Sus pupilas, enormes, buscaron tras la ligera cortina de lluvia. No había nadie. Sólo el viento alejándose en remolino hacia un parque cercano y una luna menguante asomando entre las nubes. Una lágrima rodó por su mejilla y se coló por la comisura de sus labios fruncidos por la desesperanza. Era insípida. El acre amargor se había disuelto entre las gotas de lluvia que empapaban su cara. Suspiró desde el fondo de sus entrañas y se dijo: "Todo ha terminado." Y emprendió el camino de regreso a la soledad de sus recuerdos, con las manos vacías y el pecho abierto.

Unos días más tarde recibía en su correo electrónico un impersonal y fatuo mensaje de despedida. Ya era tarde. Su corazón, partido en dos, ya no latía.


Lena

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