lunes, 21 de diciembre de 2009

EL GATITO QUE QUERÍA SER PÁJARO

Cati parecía una gatita normal. Como las otras gatitas pequeñas sólo pensaba en jugar, saltar y tumbarse encima de su amiguita Lucy. Doradita y regordeta, tenía unos ojazos redondos y vivarachos, y las puntitas de sus orejas eran como dos terremotitos que nunca acababan de quedarse quietos.

Pero si os fijáis bien, Cati no es una gatita normal, no. Cuando era pequeñita, su amiguita Lucy la llevaba al parque para enseñársela a sus amigos; ella se quedaba muy quietecita en su falda mirando a todas partes hasta que, por fin, localizaba a aquellos pajaritos que, como fuentecillas traviesas, no dejaban de cantar y piar alegrando las tardes de aquel precioso mes de mayo.

Después, cuando se hacía de noche, toda la atención de Cati se volcaba hacia la lámpara junto a la cual se sentaba su amiguita Lucy. A su alrededor veía otros animalitos que no cesaban de volar en pequeños y simpáticos saltitos, eran las mariposas.

Me gustaría tanto volar como ellas, se decía sin dejar de observar sus ágiles maniobras. Y luego, una sensación de tristeza se apoderaba de la pobre Cati, pues su mamá, al ver su admiración por aquellos volanderos amiguitos, le repetía una y otra vez:

-¿Ves que son bonitos? Pues mucho más bonitos estarán entre tus zarpas cuando seas mayor y las puedas cazar de un salto: a pesar de lo pequeñitas que son, están sabrosísimas.

Cati, que era muy curiosa, como todos los pequeños, pasaba muchos ratos en el patio aprendiendo de su mamá. Ésta se dedicaba, dando ágiles saltos y volteretas, a la caza de las pequeñas mariposas que osaban volar bajito. Incluso algún que otro pajarillo había estado a punto de caer en sus garras.

Aquella noche, mientras dormitaba en la falda de Lucy, observó que una mariposa, más descarada que la demás, se aproximaba tanto, tanto, a su manita que, instintivamente dio un saltito para alcanzarla, pero...

La pobre de Cati, todavía se está arrepintiendo de su locura. Con torpeza de principiante, al caer de su atrevido salto, se resbaló e, instintivamente, trató de agarrase a la manita de Lucy con tan mala suerte que, de la punta de sus deditos, salieron unas cosas pequeñitas y muy agudas que se clavaron en la mano de su amiga.

Cuando Cati observó que de un dedito de Lucy salían una gotitas de sangre, se puso a lamerle la heridita para curársela. Lucy, que comenzaba a llorar, se contuvo al ver el cariño con que Cati le curaba su herida y la acarició suavemente.

-Pobre Cati. Ha sido sin querer, ¿verdad?

A partir de ese momento la gatita se prometió no volver a sacar nunca jamás esas cositas que le salieron de los dedos, las uñas, le dijo su mamá.

-Hija, nosotros, los gatos, tenemos necesidad de usarlas para poder cazar los ratones y otros animales que pueden hacer daño a nuestros amos...

-Entonces, los pajaritos no los tenemos que cazar –dijo, esperanzada, Cati.

-Pero es que están tan sabrosos... –le respondió mamá gata.

Cati no se quedó muy convencida, con lo buenas que están las sopitas de leche que le prepara su amiguita Lucy... Vaya, que seguro que las sopitas de leche están muchísimo más sabrosas que los pajaritos y que las mariposas, se dijo en un susurro.

Y además, los pájaros son muy simpáticos, y vuelan tan bien...

Cati se pasaba las horas mirando al cielo, y se extasiaba de tal manera viendo volar a aquellos animalitos tan ágiles que llegó un momento en que su gran deseo fue ser un pajarito más.

-Mamá, yo quiero ser pájaro –dijo Cati a mamá gata un día que la vio contenta y con ganas de concederle sus caprichos de gatita traviesa.

Y yo un tigre, hija –respondió mamá gata-. Tú está loca. Gata has nacido y gata serás.

Pero Cati seguía pensando en su gran sueño. Ya se veía volando por encima de los tejados saludando a mamá y a su amiga Lucy desde allá arriba.

No acertaba a saber cómo se vería el parque desde allí. Se imaginaba que aquella sería la visión más bonita de cuantas se puedan tener. Y lo más divertido: cuando viniese corriendo un perro, esperaría hasta tenerlo muy cerquita, muy cerquita, y entonces... ¡ale! ¡A volar!

-Je, je –se sonreía mientras imaginaba al perro en el suelo y con tres palmos de narices...

Tendré que pensar en aprender a volar, se dijo. Cati estaba convencida de que eso tenía que ser muy sencillo. Ya ves, se decía, si lo hacen los pájaros, con lo pequeños que son...

Cuando se quedó solita en su capacho, muy despacio, como hacía mamá gata cuando se aproximaba algún perro, fue acercándose a la silla de Lucy, que era la más bajita de todas, e intentó subirse a ella, pero no podía alcanzar el asiento a pesar de los muchos saltos que dio.

-Es que como todavía no sé volar... –se conformó a sí misma.

Comenzó a buscar hasta que encontró una caja de cartón en la que su amiguita guardaba los secretos que sólo ellas dos sabían: uno ovillo de color, un capuchón de un bolígrafo de color morado, dos cartoncitos con dibujos de gatos...

La empujó con el hocico y comprobó que podía arrastrarla hasta la silla. Así que pensado y hecho. Acercó la caja hasta la sillita de Lucy, y de un par de saltitos, pum, a lo alto de la silla.

Cati, se acercó algo temerosa al borde, asomó su cabeza, miró hacia abajo y allá, en el fondo, vio el suelo. Le pareció que estaba más alta que nunca. Las manitas le temblaban de la emoción: era su primer vuelo...

Sin pensárselo más Cati se lanzó al vacío... y se dio un coscorrón con la pata de la silla. Pero la verdad es que no le dolió mucho. Al fin y al cabo, fue mi primer vuelo, se consoló.

Después de lamerse una patita, decidió que, por ser el primer día, había superado todas sus dificultades.

-Mañana seguiremos, Cati, se dijo.

Al día siguiente, muy tempranito, Cati ya estaba saltando y festejando cada mirada, viniese de donde viniese. Estaba tan alegre y festiva que la mamá de Lucy, mirando a mamá gata le dijo, no sin cierto orgullo maternal:

-Hoy tenemos a Cati que parece unas castañuelas. Se nota que ya va siendo una gatita independiente. ..

Y tan independiente. .. Si ellas supiesen de su aventura nocturna...

Pero cuando más felices se las prometía nuestra amiguita, comenzaron los problemas.

-Lucy, antes de irte a jugar con tus amigas, sube a la azotea y le pones comida a los canarios, que tu hermano tiene hoy muchas cosas que hacer y no puede –dijo mamá.

-¿Me puedo subir a Cati, mamá?

-Bueno, pero ten cuidado que no se vaya a meter en la canariera...

Lucy cogió a su amiguita, la puso en el suelo y saltando los escalones de dos en dos subió a la azotea seguida de Cati que, toda ilusionada, pretendía, igualmente, "volar" escaleras arriba.

-¿Vamos Cati! Hoy vas a conocer de cerca los pájaros más bonitos que hay.

Cati saltaba de alegría tras su amita y, dos escalones arriba, uno abajo, siguió a Lucy sin dolerse de los coscorrones que, en su alocada carrera, iba dándose en cada escalón.

Nada más abrir la puerta de la azotea Cati se topó de frente con la pajarera más bonita que os podáis imaginar: amplia, limpísima y de unos colores tan alegres...

Lo primero que hizo Cati fue buscar la puerta para entrar a saludar a sus amiguitos quienes, al percibir su alocada presencia, comenzaron a demostrar una intranquilidad tan bulliciosa que Cati creyó que era de alegría...

-La casita de los pájaros no tiene puertas –dijo en un grito de sorpresa y desilusión.

-Oye –preguntó la gatita al canario más valiente que, por veterano y sabio, ni se molestó en alejarse de la gatita- ¿Por dónde se entra en vuestra casita?

El canario miró a Cati entre sorprendido y asustado. ¿Habráse visto gato más desvergonzado? Se preguntó el canario. ¿Pues no quiere que sea yo quien le explique cómo se entra aquí?

-No querrás que te abra yo. O mejor, salgo y me meto en tu linda boquita directamente ¿verdad, gracioso gatito?

Cati no acababa de comprender ese tono desvergonzado del viejo canario.

-Entonces... ¿vosotros no salís a pasear?

-Que te has creído tú eso -dijo el canario-. Mira chavala, aun sabiendo que tú y los tuyos estáis al acecho, si supiésemos que hay una forma de escapar de aquí, ¿te crees que íbamos a estar encerrados nada más que para cantarle a nuestros amos? ¡Vamos hombre!

-Entonces... ¿no podéis salir?

-Ni salir, ni entrar –contestó el canario.

Cati quedó muda por un momento. Observó a su ama y vio cómo ésta movía un pequeño pestillito y, tras agitar las manos enérgicamente para asustar a los pájaros, introdujo unas vasijitas con comida para cerrar de nuevo la canariera.

Muy seria, bajó Cati de su primera expedición al terreno de los pájaros.

En cuanto se encontró con su mamá se acercó muy cariñosa y comenzó a rozarse con ella, metió su cabecita bajo el cuello de mamá y, muy melosa, le dijo:

-Mamá, ya no quiero ser pájaro.

Mamá gata se volvió hacia Cati muy seria. Pensó que algo raro debía de pasarle a esta chiquilla...

-¿Vaya, ya entraste en razón?

-Sí, mamá, es que he visto que todos los pajaritos de nuestra ama están presos en la azotea. Y me dan tanta lástima...

-Y a mí me dan tanta hambre... –estuvo a punto de responder mamá.

Pero se contuvo al ver la carita tan seria de Cati.

-Sí, Cati, no siempre pueden ser las cosas como nos gustaría que fuesen. Todo tiene su lado bueno y su lado malo –sentenció mamá gata.

-Si, mamá, pero como me dan tanta pena... Vaya, que yo prometo no comer nunca jamás ni pájaros ni mariposas, son tan lindos cuando vuelan libres.

Mamá gata calló y dejó a Cati con sus pensamientos. La gatita se dedicó a vigilar las subidas y bajadas de todos los miembros de la familia hasta que un día...

Cati, muy silenciosa, se coló entre los pies de su amita y aprovechó un segundo para esconderse detrás de la chimenea. Cuando se quedó sola, con un gran esfuerzo, logró gatear hasta el pestillito que mantenía presos a sus amigos los canarios. Con su boquita comenzó a empujar hasta que éste cedió y con un leve chasquido, la puerta quedó entreabierta. ..

Cati, sabiendo que su presencia despertaba tanta desconfianza entre aquellos nuevos amigos, se descolgó y, separándose de la entrada, la dejó libre...

-Sed felices, amiguitos –dijo. Y se fue a su capacho.


Manuel Cubero

domingo, 13 de diciembre de 2009

Amigos

Se despertó temprano y entreabrió los ojos; pensó en seguir durmiendo pero recordó qué día era y con resignación decidió levantarse.

Un importante acontecimiento lo esperaba. Había citado a sus más grandes amigos en su casa, hacía tiempo que no disfrutaba con ellos –al menos no con todos juntos- y ese día lo haría nuevamente.

Por esas cosas extrañas de la vida y la conducta humana, todos sus amigos estaban peleados unos contra otros: ideologías, creencias, malentendidos, incluso hasta la posición en que debiera plegar las alas una mariposa al volar, habían sido motivos más que suficientes para crear rencillas.

Él por su parte, ajeno a todo, intentaba conciliar las diferentes posturas, sin éxito alguno; chistes, halagos, obsequios –incluso hasta una curandera- no habían podido lograr la paz anhelada.



Y como era lógico el disfrute de los amigos por separado sólo se limitaba a conversaciones quejosas de unos contra otros –sin descontar los celos, que era lo peor.

Por eso aquel día había sido una verdadera hazaña el juntarlos. Obviamente quién puede resistirse al pedido agónico de quién sabe que le quedan unos pocos meses de vida.



Todos llegaron puntualmente y él los hizo pasar al garaje que estaba ambientado como sala de estar. Nadie hablaba con nadie: las miradas recelosas danzaban hacia los costados con la velocidad de la luz y existía un cuidado excesivo para no “rozar el aire” del otro.

Parecían estatuas en las que sólo los ojos se movían y sólo se oía algún que otro carraspeo.

Recién cuando estuvieron todos juntos él pudo sonreírles.

-¡qué gran alegría es ver a todos juntos! me han dado una imagen que llevaré grabada en la retina hasta el final.

Pidió que lo aguardasen unos minutos y se retiró cerrando la puerta con llave ante la mirada atónita y confundida de todos.





Salió de la casa; se subió al auto y manejó unas tres cuadras. Frenó y estacionó a un costado.





Sacó de su bolsillo un aparato cuadrado, pequeño.

Una terrible explosión conmocionó el lugar haciendo estallar vidrios de casas y automóviles.









-¿eran tres meses o tres años para empezar a quedarme pelado? –pensó-

Le daba lo mismo: ese día era feliz.




Liliana Varela
De "Cuentos para no dormir"2009

domingo, 6 de diciembre de 2009

Se arrodilló frente a la luz divina que la visión de su Dios irradiaba.

Era uno de los pocos elegidos por el creador para comunicar las sagradas leyes al pueblo; era uno de los pocos que podía comunicarse con la "divina esencia" y por ello se sentía honrado y agradecido.

--dime señor, mi Dios que deseas de mi--dijo inclinándose- -

--Amedí—musitó la voz celestial en forma de trueno—Comunica al pueblo que los dioses desean que los becerros nonatos sean sacrificados en el acto.

--mi señor, perdona mi osadía pero has de saber que si todas las crías son sacrificadas nuestro alimento disminuirá y podremos morir de hambre.

--¿DESAFIAS A TU DIOS MISERO MORTAL?--bramó la voz--

Amedí se tiró en el acto de cara al suelo totalmente atemorizado.

--NO MI SEÑOR... perdona, comunicaré tu orden al instante.

--HAZLO Y VETE YA

Amedí corrió asustado hacia su aldea y comunicó la nueva a los pobladores; algunos obedecieron al instante pero otros se resistieron ofuscados.

--no podemos permitir que los dioses nos maten de hambre, si matamos esos becerros ¡nosotros moriremos de hambre!

Vociferaron algunos.

Más atemorizado aún por la negativa de un sector del pueblo, Amedí comunicó a los dioses lo que sucedía en la aldea.

A las pocas horas una nube oscura se cernía sobre el poblado.

--¿Quiénes SON LOS INDIGNOS ANTE LOS OJOS DE LOS DIOSES? --bramó con furia la voz que provenía de la nube y que cubría por completo las casas de los campesinos-

Inmediatamente varios pobladores señalaron a los culpables, ante el temor de la cólera de los dioses.

Un grupo de seis o siete personas fue llevado por el pueblo hacia el centro de la escena.

En el acto múltiples rayos salieron de la nube prendiendo fuego por completo a los rebeldes, quienes se consumieron al instante quedando sólo manchas oscuras en el pasto como mera prueba de su otrora existencia.

Todo el pueblo quedó en silencio.

--HACED LO QUE SE OS HA PEDIDO EN EL ACTO--ordenó la voz.

Los aldeanos quemaron en una gran pira todos los nonatos de los becerros. Luego de una hora aproximadamente los cadáveres animales estaban por completo incinerados; todo ello ante la observancia de la gran nube celestial que no se había movido de allí.

--HABEIS HECHO LO CORRECTO--exclamó la voz--AQUI TENEIS LA RECOMPENSA A VUESTRA OBEDIENCIA.

Y diciendo esto apareció en el suelo de la aldea--en medio de una gran luz que fue apagándose--una gran cantidad de bolsas con cereales, frutos y vid.

El pueblo se arrebató sobre ellas loando a los magnánimos dioses que los habían premiado con esos manjares.



--CONTINUAD CON VUESTRAS ORACIONES Y RESPETAD LAS REGLAS IMPUESTAS POR LOS DIOSES.

Fue lo último que se escuchó de la nube antes de desaparecer rápidamente, tan velozmente como había llegado.

Muchas reglas morales y sociales fueron comunicadas al pueblo por Amedí quién veía cómo crecía su importancia y jerarquía entre los suyos.

Las tácticas de guerra enseñadas por los dioses los ayudaban a ganar batallas contra los enemigos y consecuentemente a imponer su religión en los mismos.

Día a día el pueblo crecía en importancia y poder; pero desgraciadamente junto al aumento demográfico crecía la proliferación de enfermedades y la escasez de alimentos, además del infaltable "quiebre" de toda sociedad organizada: los cuestionadores de la fe--quizás los más peligrosos de todos los factores--

--Hemos sabido que existen agitadores de la fe entre los tuyos Amedí ¿qué dices a ello?--dijeron los dioses al enviado--

--así es omnipotente; hay algunos que descuidan, a pesar de mis advertencias, el respetar vuestra autoridad y toda regla social y moral impuesta por vosotros; tienen relaciones sexuales muy jóvenes y luego descendencia sin bendición de vuestra parte.

--¿y cómo te declaras tú Amedí ante estos hechos?

--culpable señor--se arrodilló entre sollozos—os he fallado y merezco vuestro castigo.

El silencio se apropió del escenario. Nuevamente la voz habló.

--No llores Amedí, la culpa no es totalmente tuya; los vicios y pecados de los demás, que han podido elegir su accionar mediante su libre albedrío, no te serán entíldados. Pero sí deberás comunicar a los tuyos las decisiones, que nosotros los dioses, hemos tomado. Como también deberás transmitir la advertencia sobre el castigo que se cierne sobre pecadores y corruptos.

--oigo y obedezco señor mío.



Amedí transmitió al pueblo los mandamientos de los dioses y cumplió con todos los actos impuestos por los mismos: reclutó a todos los pecadores de la carne que se hubiesen arrepentido y presentó sus nombres ante la divinidad; eligió a diez vírgenes virtuosas de corazón y rebosantes de bondad, y las llevó a la morada de los dioses--que le fue indicada con anterioridad- -acusó ante los creadores a todos los pobladores rebeldes a la fe; y finalmente anunció la venida de un pronto Mesías o salvador del mundo y purificador de los pecados mortales.

Los milagros no se hicieron esperar: los arrepentidos fueron sanados por completo de las huellas "lujuriosas" de la carne; los no arrepentidos murieron en total agonía a causa del mismo pecado carnal; los contrarios a la fe divina fueron incinerados en cuestión de segundos por acción del fuego de los dioses; las vírgenes elegidas fueron "bendecidas" con el fruto de una "semilla" concebida sin pecado y destinada a guiar al pueblo en el justo saber y bondad.











El gran pueblo se hallaba bajo el poder de los dioses y se sentía amparado, protegido y a la vez temeroso de su Dios.

En medio de una gran fiesta consagrada a los dioses agradeciendo los dones conferidos al pueblo, el Dios habló—nuevamente en forma de nube resplandeciente bajo una estrellada noche—

--El elegido Amedí será izado junto a los dioses y ocupará el lugar que merece en la mesa del señor: esta será la señal que anunciará a vosotros la llegada del pronto Mesías y sellará definitivamente el pacto de vuestro pueblo con los Dioses.

Habiendo dicho esto, Amedí fue izado por los aires hacia la nube en medio de una refulgente luz celestial, hasta perderse dentro de ella, en medio de un éxtasis colectivo.

Desde aquel momento histórico el pueblo forjó y aunó aún más el lazo entre los dioses y ellos.





-- ¿Bajas registradas? --preguntó un hombre desde la pantalla de un monitor --

--Suman muy pocas, Señor. Serán cincuenta o sesenta aproximadamente, contando entre los rebeldes al sistema y los conspiradores.

--más datos.

--se ha erradicado la brucelosis del ganado matando todas las crías infectadas, los animales adultos han sido vacunados; los dispuestos a aceptar el sistema han sido inoculados con vacunas y sueros combinados acelerando el proceso de recuperación, en tanto que los rebeldes han sido tratados exponencialmente con el efecto negativo de las enfermedades venéreas muriendo casi en forma instantánea; con respecto a las jóvenes vírgenes han sido inseminadas con gametas, en las cuales se han mejorado y alterado los genes para lograr aptitudes idóneas de mando y progreso tecnológico; el pueblo ha quedado obediente y respetuoso de las normas morales y sociales impuestas.

--¿qué ha pasado con el mortal ascendido?

--su memoria ha sido borrada por completo y será reinsertado en otro lugar del planeta con una base de recuerdos fabricados artificialmente.

--entonces la misión se ha cumplido; ya pueden dirigirse a la colonia 234.

Fin de la transmisión.





Mientras el pueblo de Amedí proseguía su vida según las reglas de moral y ética impuesta por sus dioses, una nave, que simulaba ser una estrella fugaz se perdía en el cielo, vaya a saber orientada hacia qué nuevo destino.



Liliana Varela 2006