martes, 23 de junio de 2009

La voz

La mató porque hablaba demasiado. Ya no la soportaba.

Durante treinta años, los siete días de la semana la había escuchado hablar: de sus gustos, de los vecinos, de sus actividades durante el día, de los programas de televisión.

Sólo había logrado descansar de su voz cuando trabajaba, pero últimamente y debido a su jubilación (efectuada antes de tiempo por causas de enfermedad) todo había empeorado.

No sólo debía soportarla de día, también lo despertaba en las noches hablando dormida.

Ya era imposible vivir con ella. Por eso la había matado; no porque no la quisiera (a su manera la quería) pero el sólo hecho de que ella abriese la boca y su chillona voz difundiera sus vibraciones por el aire, era razón suficiente para destruir todo sentimiento marital que él sintiese por ella.

Nadie pudo percatarse del asesinato. Una caída, sólo una caída de las escaleras, un golpe en la nuca y ya…

¿Quién iba a creer que un esposo asesinase a su mujer luego de 38 años de casados?

Además no existían intereses económicos de por medio ni mucho menos románticos.

Ahora podía hablar: decir todo lo que sentía por primera vez en su vida, investigar las reacciones de extraños ante sus palabras, opinar sobre cualquier tema que le viniese en gana.

Podía incluso entablar conversaciones con sus hijos, mirándolos a los ojos; no como antes, cuando solo monosílabos requeridos por su esposa se intercalaban en la conversación filial.

A veces la extrañaba pero el mero recuerdo de su histriónica voz la hacía olvidarla de nuevo.





Aquella madrugada lo despertó el sonido del teléfono, con furia y preocupación a la vez, atendió.

--Hola…Hola --su voz fue aumentando en volumen y gravedad

Del otro lado del tubo un sonido reconocible lo angustió.

--Joaquín…soy yo…¿por qué Joaquín? ¿Por qué?

Colgó el teléfono temblando. Debía estar paranoico. ¡No podía ser que hubiese escuchado la voz de su mujer! Pero estaba seguro que era su timbre, su forma de hablar…

La razón le dictaba que no era lógico su pensamiento. Su mente le estaba jugando una mala pasada…eso debía ser.

Esa noche ya no pudo dormir.

Ni las siguientes noches. El teléfono sonaba todas las noches hasta que lo descolgó, pero aún descolgado seguía sonando.

--Papá, bien sabes que mamá murió…no puedes haber escuchado su voz. Ha de ser que la extrañas – le decía su hija.

¡No, no! Sus hijos se equivocaban. El no estaba loco; él la escuchaba hablar; debían creerle.

¿Acaso su mujer había regresado del más allá para vengar su muerte? Quizás ella no había muerto realmente y estaba tramando algo.



--Joaquín –le había dicho su yerno—perdone que sea rudo pero supongamos que fuese ella…¿cómo iba a hablar? ¿Olvida usted que con la caída se le destrozó un trozo de lengua?. Si hubiese sobrevivido no podría hablar ¡y no quiero creer que un hombre inteligente crea en fantasmas!









Consejos, puros consejos…Psicó logos, visitas a todo tipo de loqueros; nada le resultaba.

Nadie le creía: él la escuchaba hablar…ellos debían creerle, debían escucharla también.



Cuando destrozó el teléfono contra la pared -que permanecía en ese instante descolgado- se decidió: grabaría la voz de su mujer; nadie más lo tildaría de loco.

Removió cielo y tierra buscando esas viejas cintas de tape que su mujer siempre tenía. A ella le gustaba –como si no fuese suficiente- grabar su voz en medio de los chillidos familiares y luego torturarle sus oídos una y otra vez.



Apretó Record disimuladamente escondiendo entre almohadones el grabador. Fantasma o no ella no debería ver qué era lo que él se traía entre manos.



--Ahora hablá bruja…hablá….-comenzó a gritar como poseído-



Hubo sólo silencio.

Se desplomó cuando vio el espectro de su mujer frente a él, con la boca entreabierta… vacía, sin lengua, sin palabra articulada al aire…









--Esto te va a hacer bien papá; descansa.

Su hija le acomodaba el almohadón. Esa madrugada lo habían hallado inconsciente con un grabador entre sus manos.

--No te preocupes Papá, el médico dijo que la hemiplejia que tienes puede ser reversible; aunque no puedas más que mover los párpados…vas a recobrar el movimiento de a poco —dijo su hija mientras le daba un beso — sé que extrañas a mamá. Nos dijo el psicólogo que esto te ayudará a superar un poco su partida, aguarda…







Los ojos abiertos de Joaquín -casi sin movimiento- parecían llenarse de lágrimas mientras la voz de una mujer sonaba desde un grabador cantando el feliz cumpleaños, riendo y hablando sobre su familia.







Liliana Varela 2009

lunes, 15 de junio de 2009

COSAS DEL NEGOCIO

Cuando llegó al pueblo, don José deslumbraba a las mozas de Villabermeja por su negra cabellera y por su verbo fácil más que por su flamante y recién estrenado título de abogado. Don José era vecino de Alamillo, pero como en su pueblo ya había dos abogados pensó, acertadamente, que entre la sabiduría de sus paisanos y la poca confianza en la justicia que éstos tenían, poco porvenir tenía si montaba allí su bufete.

Total, que dispuesto a ejercer una profesión de la que ya dijo algún paisano mío aquello de que "Dios te dé muchos pleitos, aunque los ganes", don José tomó sus bártulos y, una mañana de otoño, allá por el tiempo en que las ranas criaban pelos y él los tenía como el azabache, se presentó en Villabermeja dispuesto a hacer fortuna.

Los primeros meses fueron de toma de contacto con la realidad bermejina. Una toma de contacto que, si bien le dio pocos disgustos, le deparó aún menos cuartos. Cuatro pleitos que no llegaron al juicio, tres mediaciones en compraventa de unas fincas y dos asesorías testamentarias lo tuvieron más tiempo en la taberna de Blas que en su despacho.

-Al menos han servido para darte a conocer –lo consoló su padre una tarde en Alamillo después de rellenarle la cartera con diez billetes de los grandes y un gran dolor de corazón.

Y era cierto, a los dos meses de llegar, don José ya era conocido en diversos ámbitos populares de Villabermeja. Aunque, en un principio, aquellos conocimientos prometían poco en orden a su futuro profesional, no era menos cierto que alguno de ellos podría llegar a solucionar más de un problema económico. Don José había comenzado por ser el culpable de que las mozas casaderas del pueblo asomaran sus rizos por la puerta de la taberna cada dos por tres:

-Blas, ¿ha visto usted a mi padre?

Sus miradas, engañando a la palabra, se clavaban en el rostro del joven letrado. Luego, su figura desaparecía mientras una risita nerviosa se filtraba por las rendijas del establecimiento. Y como la envidia cochina suele ser un pecado bastante común entre los mortales, más de un joven bermejino dio en cavilar un escarmiento que si no ponía en fuga al nuevo rival, al menos sirviese para hacer ver a las mozuelas que la admiración de la ignorancia nació. Como para eso no había mejor remedio que una cura de humildad, he aquí que don Nicolasito que, al igual que su padre, estaba perfectamente equilibrado en riqueza e inteligencia –lo que le sobraba de la primera le faltaba de la segunda- tuvo la feliz ocurrencia de preparar una trampa a don José que acabaría con todo su éxito entre el sexo contrario.

Dice mi abuelo, que fue contertulio de don José por aquellos tiempos, que asno con oro alcánzalo todo. Y algo así debió pensar don Nicolasito. Lo cierto es que aquella broma supuso un cambio radical en la vida de don José, aunque no en el sentido de lo deseado por el joven cacique.

Vea usted si no.

Pensando que donde no hay pleito no hay juicio, con el fin de dejar en ridículo a don José, el muchacho no tuvo mejor ocurrencia que simular un enfrentamiento con su padre por un quítame allá esta finca que heredó de su tía doña Cuaresma, perdón, quise decir doña Rosario.

Doña Cuaresma se había hecho acreedora de tal nombre cuando apenas tenía quince años. Entregada a la oración y a la penitencia heredó la "Finquita", un terreno en el que pastaban varios cientos de vacas. Y como la gracia de Dios fue la única gracia que doña Cuaresma tuvo en toda su vida, la buena mujer murió soltera, virgen y sin más heredero que don Nicolasito.

Al decir de don Nicolás, las vacas de su cuñada tenían un problema: la superficie de la "Finquita" era tal que había reses que no se conocerían ni de vista aunque estuviesen buscándose durante treinta años caminando sin parar.

El caso es que como don Nicolasito era alérgico al trabajo, dejó en manos de su padre la administració n de la herencia. Y como no hay maldad que el pueblo no eleve a realidad incuestionable, el joven hizo llegar a oídos de don José el bulo de que don Nicolás quería vender la "Finquita" a sus espaldas.

Una vez abonado el terreno, el buen mozo no tuvo mejor idea que hacerse el encontradizo con el abogado. El encuentro, como es lógico, tuvo lugar en Casa Blas delante de una botella de vino del país. Como quiera después de dos botellas don Nicolasito tenía ya su nivel de sangre en el alcohol bajó a unos porcentajes mínimos, olvidó que abogado y doctor, cuanto más lejos mejor, y acabó firmando un contrato según el cual, en caso de que don José consiguiese paralizar la venta de aquel predio un tercio de la "Finquita" pasaría a ser de su propiedad. Primera conclusión: el supuesto intento de venta nació tan paralítico como el cerebro de don Nicolasito. Y como los contratos son para cumplirlos, el negocio tuvo una segunda conclusión en el bolsillo de don José: por obra y gracia de la escasa cantidad de sangre que el día de marras circulaba disuelta en el alcohol por las venas de don Nicolasito, un tercio de la "Finquita" pasó a sus manos.

Y para que nunca más ocurriese desaguisado de tal calibre, don Nicolás, aprovechando el viejo escudo nobiliario que pervivía cubierto por mil capas de cal sobre el dintel de la puerta de su casa, mandó labrar bajo él una frase lapidaria que, esperaba, nunca olvidarían sus descendientes:

Con los descuidados medran los abogados.

Manolo Cubero

viernes, 12 de junio de 2009

El santo entierro




















Eran las diez de la noche y Miriam estaba tranquilamente tumbada en el sofá frente al televisor, cuando sonó el teléfono. Sin darle apenas tiempo a pronunciar un diga, una voz metálica y aguda, como procedente de un contestador automático dijo:

-Funeraria El santo entierro le recuerda que le queda un mes de vida. Tenemos ofertas muy interesantes en nuestra web elsantoentierro. blogspot. com. Entre ahora y benefíciese de un 5% de descuento adicional.

La llamada se colgó. Miriam no daba crédito a sus oídos. ¿Qué clase de broma macabra era aquella? Era una broma de muy mal gusto, pensó. En cualquier caso, no quiso darle mayor importancia y volvió a tumbarse frente al televisor. Quizás, si hubiese tenido setenta años y una salud delicada, aquella llamada le hubiese incomodado pero, a sus treinta y ocho, le pareció de lo más absurdo.

Había pasado algo menos de una semana desde el incidente cuando nuevamente, el teléfono sonó a las diez en punto de la noche..

-Funeraria El santo entierro le recuerda que le quedan veinticinco días de vida. Tenemos ofertas muy interesantes en nuestra web elsantoentierro. blogspot. com. Entre ahora y benefíciese de un 5% de descuento adicional.

Esta vez fue ella quien colgó el teléfono antes de que el mensaje concluyese. Un escalofrío recorrió su espalda. ¿Quién podía ser tan retorcido? Descolgó nuevamente y busco en la memoria del teléfono desde que número la habían llamado. Tomó un bolígrafo y empezó a copiar los números. 96 666 66... 66. Miró nuevamente el teléfono con la expresión desencajada. Era correcto.

-¿Qué coño de teléfono era aquello? Pensó

Marcó lentamente los números y esperó. El mensaje de la operadora no se hizo esperar.

-No existe actualmente ninguna línea en servicio con esta numeración.

Aquella tontería estaba empezando a molestarle. Era cuanto menos desagradable y, el hecho de que el teléfono no existiera todavía la inquietaba un poco más.
Respiró hondo y recapacitó. No podía dejar que aquella estupidez la incomodase de aquella manera. Eso era seguramente lo que pretendía el artífice de tan retorcida gracia. Así que, con los ánimos renovados, volvió a sentarse plácidamente frente al televisor.

Durante unos días Miriam se olvidó por completo de aquello. El día a día de la oficina era bastante frenético en aquella época del año y, para cuando llegaba a casa, era tan tarde que tan sólo le apetecía tumbarse en el sofá con un bol de ensalada y una pieza de fruta.

Aquel día, la calma se vio interrumpida nuevamente a las diez en punto al sonar el teléfono.

-Si diga

-Funeraria El santo entierro le recuerda que le quedan veinte días de vida.Si llama ahora podrá beneficiarse de nuestra oferta especial dos por uno. Visite sin falta nuestra web elsantoentierro. blogspot. com. Seguro que encontrará todo lo que necesita.

Aquello ya pasaba de castaño oscuro. Había dejado de ser una broma para convertirse en una auténtica pesadilla. Volvió nuevamente a mirar en la memoria del teléfono desde qué número la habían llamado. Por segunda vez, el número que aparecía en la memoria era el mismo de antes 96 666 66 66. Un número inexistente y cuanto menos inquietante. Ahora empezaba a estar nerviosa, intranquila. No es que creyera el contenido del mensaje pero empezaba a afectarle. La única pista que podía seguir era la famosa web que se mencionaba en el mensaje; elsantoentierro. blogspot. com . Así que se fue hacia el ordenador, lo encendió y escribió el nombre de la web elsantoentierro.. blogspot. com . Ahí estaba. Jamás en su vida habría entrado por placer en una web así.

Una bienvenida un tanto peculiar adornaba la página inicial de aquella web.

Los servicios funerarios del Santo Entierro esperan que el catálogo de productos aquí expuesto sea de su agrado. Les deseamos una feliz navegación.

-¿Una feliz navegación?, Pensó. Hay que ser retorcido.

Miró la parte de abajo de la página y vio que había un contador que marcaba el número 058640. Luego, recorrió todas las secciones de la web tratando de encontrar algo que le diese una pista. Finalmente, vio al pie de la página un teléfono y una dirección de correo.

©Real, Ilustre Funeraria de El Santo Entierro
C/ Milagros, 16, Madrid Tlfno: 91 272 60 59
E-mail:
elsantoentierro@ elsantoentierro. com

Decidió llamar al número y probar pero, tal y como se temía, el mensaje de la otra vez se repitió.

-No existe actualmente ninguna línea en servicio con esta numeración.

También probó enviar un mail pidiendo explicaciones y, en breves instantes, obtuvo una respuesta.


Estimada Miriam,

Su número personal es el 058640. Ahora que ya ha cogido número para su entierro, le rogamos escoja el féretro y los arreglos florales que desee para tan feliz acontecimiento.
Gracias por su interés en nuestros servicios.

Atentamente

Santo Entierro S.A.

-¡Joder! Exclamó levantándose de un brinco. Esto no puede estar pasando en realidad.

Empezó a dar vueltas por todo el salón mordiéndose las uñas. ¿Cómo podía parar aquel sinsentido? Habría algún modo de averiguar quien estaba detrás de todo aquello. Seguro que la policía tendría más de un caso de ese tipo en sus expedientes resueltos.

A la mañana siguiente se pidió el día libre y se acercó a la comisaría del barrio. Tras más de media hora de conversación con el jefe de policía Miriam decidió mostrarle la web en cuestión.

-Escriba, escriba... elsantoentierro. blogspot. com

El hombre en cuestión, no sin una cierta desconfianza, tecleó aquella dirección. La respuesta no se hizo esperar.

The Web site cannot be found

-¡No puede ser! Seguro que ha tecleado algo mal. Vuelva a probar.

El jefe de policía la miró con cara de paciencia y volvió a teclear de nuevo la dirección.

-elsantoentierro. blogspot. com y ahora...Intro.

The Web site cannot be found

-Mire señora. Probablemente no ha sido más que una broma de mal gusto. Vuelva a casa y tranquilícese. Seguro que si no se han cansado ya, lo harán en breve.

-Pero, le juro que ayer entré en esa web...

-Si yo no lo dudo pero...ya ve. Déjelo estar, de verdad. Y ahora, si me disculpa. Tengo mucho trabajo.

Miriam volvió a casa cabizbaja. Quizás tenía razón el policía y ya se habían cansado. Era probable que tras su entrada en la web la hiciesen desaparecer sin más. Si lo pensaba fríamente lo ocurrido no era tampoco tan grave. Si no llamaban más, aquello no pasaría de ser una mera anécdota curiosa que contar a sus nietos en las noches de Halloween.

Pasaron diez días y Miriam consiguió olvidarse del suceso totalmente. El teléfono no había vuelto a sonar y la web en cuestión parecía estar desactivada. Aquel día estaba especialmente cansada. Llegó a casa sobre las nueve, se puso el pijama y tras mordisquear una manzana verde de las que quedaban en la nevera, se dirigió a la cama. Ya había apagado la luz cuando el teléfono sonó.

-Tan sólo le quedan diez días de vida y aún no ha reservado su ataúd. ¿Acaso prefiere la incineración? Seguimos estando a su servicio en elsantoentierro. blogspot. com

Miriam empezó a chillar y un ataque de pánico hizo mella en su ser. Le faltaba el aire, notó que la vista se le nublaba y el corazón aceleraba sus latidos de forma alarmante.
Cayó desplomada sobre la alfombra de su habitación.

-Abra los ojos. ¿Me oye? Señora Díaz, si me oye intente contestar.

Tenía frío y le dolía la cabeza. Trató de abrir los ojos y al hacerlo descubrió que una luz intensa le enfocaba.

-¿Me oye?
-Sí. Respondió medio aturdida
-Está usted en el hospital. Perdió el conocimiento y lleva cinco días inconsciente.
-¿Cómo?
-La portera de su bloque fue quien nos avisó.
-¿Cinco días?
-Sí, cinco días.
-Sólo quedan cinco entonces...
-Perdón, creo que no la entiendo. ¿Sólo quedan cinco que?
-Mi teléfono, la funeraria... balbuceó con voz angustiada.
-No sé de que me habla. Miré, trate de calmarse. Hemos de hablar.
-¿Hablar?
-Sí, verá. Tras la caída le hemos realizado un escáner y hay algo que no va demasiado bien.
-¿Que no va... bien?
-No sabemos si ya estaba ahí, o lo ocasionó la caída, pero debe usted saber que tiene un edema en el lóbulo frontal derecho.
-¿Un edema... ?
-Bueno, a veces acaban por desaparecer pero, es una situación delicada...
-¿Delicada... ? Miriam se echó a llorar.
-La dejaré un rato sola. Trate de descansar ¿Vale? Dijo el médico mientras salía de la habitación.

Miriam estaba aturdida. Era demasiada información de una sola vez. Su cabeza era incapaz de procesar lo sucedido. Mientras daba vueltas en su cabeza a lo que había dicho el doctor, el teléfono de la habitación sonó. Miriam lo miró durante unos segundos aterrada pero, como siempre, lo descolgó y lo acercó a su oído.

-¿Va a querer el ataúd de caoba o de pino? ¿Servicio Básico o Premium? Tan sólo le quedan cinco días... y no tiene tiempo que perder.

Miriam nunca salió viva de aquel hospital.

Cuenta la leyenda que a todo aquel que ose entrar en la web corre el riesgo de que se le asigne un número.

Luis L3mos - Lima, Peru