sábado, 21 de agosto de 2010

Historia a su medida

En una lejana ciudad, o no tan lejana, la verdad no me acuerdo donde era, vivía yo, mmm, no, mejor vivía un señor, o una señora o un niño, bueno, no sé, vivía un ser humano que se llamaba … no importa, vivía un ser humano. Ah, sí, ya me acordé, era de sexo masculino. No sé cuantos años tenía o no me acuerdo. ¿Si era lindo? Que sé yo si era lindo. A mi que me importa si era lindo o feo. Problema de él. O de la novia. En realidad, no sé si tenía novia. Mmm, no sé. Capaz que sí, pero si les digo, les miento. Tampoco sé si era bueno o malo. La cuestión es que el tipo tenía un trabajo, hacía no sé que mierda, en una empresa… ¿qué empresa era? Puta, no me acuerdo, che. La verdad que ese detalle no me lo acuerdo. Por más que me esfuerce, no hay caso. No me acuerdo y no me acuerdo y no me acuerdo. ¿Qué quieren que le haga? No me acuerdo, viejo. ¿Me quieren matar? Matenmé. Pero no me acuerdo. Bueno, pasando a lo importante de esta historia. Éste tipo se levantaba a determinada hora, puede ser tipo 6 ó 7 u 8 ó 12. No importa, pero que se levantaba, se levantaba. ¡No se va a quedar acostado todo el día! No era un vago el tipo. Bueno, paren de interrumpir, sino no termino más. Se levantó y desayunó algo. Una torta frita o una factura o un pedazo de pan con manteca, resumiendo, desayunó. Porque no se va a ir sin desayunar ¿no? Sí, no va a faltar algún mamerto que diga: “bueno, hay gente que lamentablemente no tiene que comer.” Pero ya les dije que el flaco trabajaba. Bah, el flaco, digo flaco como una forma de llamarlo, pero no sé si era flaco, en una de esas pesaba como 250 kilos, no sé, puede ser, hay tanta gente gorda y no tiene nada de malo ser gordo, nada más que no es bueno para la salud. Pero por lo demás, cada uno es como es. Y si éste era medio re choncho y bueno, era medio re choncho. No va a ser flaco nomás para darles el gusto a ustedes. Algunos son narigones, cabezones, pijudos. Bueno, ponele que éste fuera medio tirando a lechón. Pero no sé, eh. Son todas suposiciones. Capaz que en el otro extremo, era un esqueleto caminando. No sé. Ya está. No se habla más del tema. Ah, para este entonces, ya se había cambiado el cristiano, creo que se había puesto un traje. Bueno, eso sería si trabajara en una oficina. Si fuera mecánico, se hubiera puesto un mameluco. O unas bermudas con mocasines, en caso que fuera un empresario de vacaciones. Igual, no cambia nada, la ropa sirve nada más que para cubrirse el cuerpo. Porque no se puede salir desnudo a la calle, no me pregunten porque, no se puede y no se puede. Como tantas otras cosas que no se pueden hacer porque están mal vistas o no sé porque. Por ejemplo, si alguien me pregunta, ¿le puedo pegar una patada en el culo a esa vieja que va caminando por la vereda? Yo le voy a decir que sí. Como poder puede. Ahora que queda feo, queda feo. Y además si alguien lo ve, lo re contra caga a patadas a él. ¿Cómo le va a pegar a una vieja? No debería. Pero, si quiere que se la pegue. Yo no soy quien para meterme. Pero no se debe. No me pregunten porque. ¿A qué venía esto? Ah sí, que el señor en cuestión ya estaba levantado, cambiado y desayunado. Creo que después fue al baño, porque no sé si había tomado mate con jugo de naranja y le agarraron unos retortijones que ni te cuento. En un momento, capaz que pensó que se cagaba ahí nomás. O en una de esas, fue a lavarse los dientes o a peinarse, que se yo. Suponiendo que tuviera pelo. Por ahí era pelado. Y no por eso va a ser menos que vos o que yo. Si total, ¿qué importa si tenía pelo o no? ¿Quieren que tenga pelo? Está bien, tenía una porra que se la pisaba. ¿No quieren que tenga pelo? Ok, no tenía pelos ni en las bolas el tipo. Ni un solo pendejo tenía. Lampiño, lampiño. ¿Todos contentos ahora? Bueno, cuánto me alegro. Bueno, acá es donde la historia se me vuelve un poco difusa. Porque el tipo sale de la casa o del departamento, y no me acuerdo si sube a un auto o si no tenía y se toma el colectivo o el subte, en el caso que viviera en una ciudad con este medio de transporte. Pero no, me parece que se tomaba el bondi, sí, sí, se tomaba el bondi, es mucho más divertido. Y esto ya nos aclara un par de cosas, porque si se toma el colectivo, quiere decir que empresario no era, ya vamos descartando. Salvo que fuera una de estos boludos que tienen guita y viajan en bondi para hacerse los excéntricos o para aprovechar el amontonamiento y faltarle al respeto a una señorita, por no decir tocarle el culo que queda feo. Siempre hay algún degenerado. Pero no creo. Éste iba en bondi, porque no tenía otro remedio. Finalmente, llega al trabajo, que como ustedes bien saben, no tengo ni la menor idea que trabajo era. Si total, que importa, todos los trabajos son buenos, mientras cumplan con su función. Ahora, ¿cuál es esa función?, no sé tampoco. Al pedo trabajamos, te rompés el culo laburando y después te cagas muriendo igual que el que nunca hizo nada. Éste último, casi siempre aparece en el cajón más sonriente que el primero. Bueno, en algunos casos, el primero también sonríe porque piensa: “por fin me morí, estiré la pata, no me hago más mala sangre, la eternidad me espera, etc”. Y toda esta explicación ¿por qué? Porque ustedes están empecinados en saber de que trabajaba el tipo. Dejensé de romper las pelotas. Conformensé con saber que trabajaba. Lo que sí me parece recordar es que el susodicho no era uno de esos que vos decís, qué lo parió, cómo le gusta laburar a este tipo. No, no, nada de eso, éste laburaba, porque tenía que laburar, y al igual que todos o que la mayoría, si le dabas a elegir, se quedaba en la casa panza arriba. Porque a mi no me vengan a decir que existe algún ser humano o extraterrestre o lo que sea, al que le guste laburar. Esas mujeres que dicen: Ay mi marido es un adicto al trabajo. Que mierda va a ser. A lo sumo, sera adicto a la guita. Y el muy pajero se la pasa todo el día trabajando al pedo, porque no tiene tiempo para gastarse la plata que gana. O capaz que, con tal de no aguantarla a la mina, labura todo el puto día. Porque hay que decir que a algunas mujeres hay que aguantarlas eh. Y a otras hay que aguantarlas también, pero menos. Pero bueno, los hombres también tienen lo suyo. Así que estamos a mano. Bueno, capaz que el tipo este del que estamos hablando era un ejemplo de estos. Pero como ya les dije, no sé cuál era su estado civil. Creo que una vez andaba con una, pero no me acuerdo que pasó. Algo habrá pasado. Como siempre pasa cuando uno anda con una. Algo pasa. Y si no pasa nada, mejor buscarse otra, porque algo anda mal. Pero no sé, ni me importa. No soy chusma, ni mucho menos. Si hay una cosa que odio es a la gente chusma. ¿Se enteraron la última que se mandó la gorda Edelmira? Otro día se las cuento. No nos vayamos de tema. Tipo 5 de la tarde, el señor sale del trabajo y se va a tomar una cerveza o un vino o una grapa o un jugo de quinoto al bar de la esquina. No sé si solo o con algún amigo. Lo que sí me parece recordar que en una mesa hay una chichi que lo mira y él no sabe que pensar. Como no sabemos cuál es el aspecto de esta persona de la que estamos hablando, no podemos saber lo que pensó. Porque todo depende de eso. Si era rechoncho, capaz que lo miró porque le llamo la atención. Pero si era flaco y buen mozo, en una de esas, lo pispeó porque le gustaba bastante y andaba con ganas de encamarse. Por motivos literarios, vamos a suponer lo segundo. No, no, dejensé de joder, no empiecen a romper las pelotas preguntando como era la mina, porque ahí sí que no termino más. Era una mina, che. ¿Cuánta diferencia puede haber? Un poco más rellenita, un poco más flaca. Un poco más petisa, un poco más lunga. Digamos que era una mina estandar. Si fuera un auto, sería un modelo base digamos, esos que no traen aire, ni una mierda y en verano te re contra cagás de calor, te transpira hasta el orto, pero te lo tenés que aguantar porque no te alcanzó para comprar otra cosa. Bueno, algo así era la señora o señorita esta. Entonces el tipo este de nuestra historia, se dio cuenta que la tipa lo miraba. Tampoco era tan boludo. Un poco sí, no se los voy a negar, pero hay otros que son más boludos y nadie les dice nada. O a lo sumo le dicen: no sos más boludo porque no te entrenas. Pero nada más. Bueno, la mira y le gusta un poco, no demasiado. Sin ir más lejos, en otra de las mesas, había un grupete de cinco perras que estaba una mejor que la otra, pero ni lo registraron al medio boludo este. Y volviendo a la comparación con los autos, es como cuando vas al centro. Lo ideal es estacionar en la puerta del lugar adonde vos vas. Pero si faltando dos cuadras para llegar encontrás un lugar, tenés que estacionar ahí. Capaz que después ves que tenías un lugar justo en la puerta. Pero ya está, conformate con el que encontraste. Porque si vos pensás, lo saco y lo traigo para acá, seguro que cuando llegas te lo ocuparon y te quedas en pelotas, en re contra pelotas. Sin el pan y sin la torta. Bueno, con las minas pasa más o menos lo mismo. Y todo esto ¿para qué? Para explicarles que al tipo no le gustaba demasiado la mina, pero bue. Algo es algo, pensó. Se acercó a la mesa y empezaron a conversar no sé de que carajo. Seguramente las mismas pelotudeces que hablamos todos en un primer encuentro. De qué signo sos, no te puedo creer, igual que mi tío, que lindo está el día, no sabés como me gusta ir al cine, a mi no, bueno a mi tampoco me gusta tanto, en realidad, a veces nomás voy, cuando no tengo otra cosa que hacer, a que te dedicas, mirá que interesante, siempre quise conocer a alguien que vendiera tarjetas para el subte, etc, etc . Cuestión que a las tres horas se estaban encamando que daba asco. Buen, ahora atenti que se va acercando el final de la historia, que, como se imaginarán, anda a saber como termina. Para aquellos o aquellas románticas que creen en las almas gemelas, en el amor a primera vista, para los que les gustan los finales felices, les digo que de ahí se fueron directo al registro civil; se casaron; tuvieron 238 hijos, todos sanitos; y fallecieron de la mano cuando el tenía 65 y ella 90. Sí, capaz que se llevaban unos años. Pero para el amor no hay edad. Ahora, para aquellos escépticos negativos que no creen en un pedo hasta que no sienten el olor, les digo, que el tipo y la mina, terminado el acto venereo, se vistieron y, como suele ocurrir luego de estas calenturas del momento, se mandaron, de común acuerdo, a la mismísima mierda. Y ahora los dejo, porque tengo que ir a tirar una cañita voladora a la esquina. Ah sí, los gustos hay que darselos en vida, che. Después te cagas muriendo y ya sabemos lo que pasa. No, en realidad no sabemos, pero bue. Chau.


Emiliano Almerares

martes, 3 de agosto de 2010

Cinto y Cinta

Toc Toc ¡Toc toc! Toc, Plam, plam la aldaba tocaba la puerta de esa casa de puerto chalaco donde los tíos Jacinto y Jacinta vivieron hasta los últimos días en que esa vieja casa fue vendida.

Jacinto y Jacinta eran los dos hermanos solteros de una familia grande, casi siempre plena de alegría en domingo en que primaba la libertad que otorgaba la abuela Karmen para que todas las generaciones hablaran en voz alta y de diversos temas. Esta familia brillaba en elocuencia y picardía.

Todos los ambientes eran ocupados por hijos, sobrinos, sobrinos nietos de "Cinto" y "Cinta" como se les llamaba en sutil apodo. Desde la inmensa sala hasta el patio donde la abuela nana Asencia hacía de las suyas con el batán, el sonido y el ruido se mezclaban en singular acento.


Toc Toc ¡Toc toc!, Plam, plam, vuelve a sonar la puerta de esa casa vetusta, a través de esa bendita aldaba.

Jacinto era amoroso y bueno con todos sus sobrinos, en su dormitorio tenía una biblioteca y en esos domingos vaporosos de tarde él les leía historias en ronda de su Tesoro de la Juventud o de Nuestro Universo Maravilloso o de la revista Billiken y de libros de aventuras de Julio Verne o Sandokan, los aplausos de niños y adolescentes eran el estímulo que recibía, diría que era como un teatro en donde el protagonista era "Cinto". A la más pequeña de sus sobrinos la colocaba en sus rodillas, con esa ternura que sólo los buenos hombres tienen.

Y "Cinta" o Jacinta era esa tía que se le veía cose y cose en esa vieja máquina con motorcito en donde su pie le daba al dale, dale. Cosía generalmente trajecitos para muñecas que eran hechos por encargo, así podía mantener a su sobrino que había quedado huérfano y al que ella había prohijado. A sus demás sobrinos los trataba con afecto sereno y con medida. La más pequeña fue premiada con varios mandiles a cuadros para que su ropa no se ensuciara en domingo, en esa mesa familiar que se diría poco brilló en cordura.

Toc, toc ¡Toc toc!, Plam, plam, esa aldaba otra vez con sonido grave.

"Cinto" y "Cinta" tíos que quedaron en el ayer con salidas al cine "Porteño" en tardes de matineé o en juegos de carnaval donde las aguas corrían delirantes por esas calles de puerto. Con chisguetes de Pierrot y Colombina y bolas de talco. Y los rostros de los niños, adolescentes y mayores pintados de betún en esos tres días seguidos de cálido mes de febrero.

"Cinto" aún lo veo llevarnos al encuentro de chalanitas y figuras con esas olas de mar vibrantes para paseo de domingo y el faro en luz de buenos días. Pelícanos y pardelas con esas construcciones que todavía quedan de viejo puerto hablador.

Toc, toc ¡Toc toc!, Plam, plam, aldaba que se vacila hoy en remate de lunes escondido.

Una mujer de casi 60 años delirante toca la puerta una y otra vez. Abre la puerta un gato inmenso de ojos enormes que habitó siempre la casa.

Julia del Prado (Perú)
Miércoles 21 de julio del 2010.