Desde mis primeros años viví sepultada entre la picana de dos miradas.
La que acompañaba a mi madre, cómplice sin quererlo, a sus encuentros amorosos clandestinos. La del retorno, cuando mi padre me esperaba con esos ojos verdes saltones inquiriéndome, que tal me fue en la tarde de calesitas.
Malestar y desasosiego ardiéndome en el ácido del iris del alma.
¿Como decirle a él lo que podría causarle tanto dolor?
¿Cómo decirle a ella no te quiero acompañar, desintegrada en el pis del temor de los azotes en el rostro?
De todas maneras hoy retumba la palabra que mi padre decía siempre: hipócrita.
Una niña mentirosa no es más que un gran temblor, golpeando sus rodillas en el tiritar siempre de lo mismo. El adentro solo dice te amo, perdóname.
La madre tan valentona y prepotente que necesitaba de una coraza tan pequeñita para sus tretas. Dentro de cada uno de ellos, hay un hombre y una mujer desconocidos por mí.
Cada uno con su suerte o su desgracia, el destino que quisieron hilvanar en sus vidas, tironeando del hilo de mi pellejo.
Se me escapa la palabra Traición: abandono de las propias filas. A veces el territorio que te ha dado vida es tan doloroso, la patria tan impiadosa que te vuelves fusil, proyectil y hueco, o te reviertes en revolucionaria. Entonces traicionas y te vas lejos de esas columnas, te vas a un lugar desconocido a plantar tu propia bandera a ser tu Crusoe, sin mapas ni testamentos.
Llevas una memoria que por no perderla, la dejas colgada del pico de un pájaro, para que la lleve a volar lejos y que puedas respirar una parte nueva y más vital.
No hay nada más hermoso que ir hacia lo desconocido. Por aquello de que barro es la
el complot de tierra y agua, es que entrego mi elemento latifundio, para que con tus lluvias, hagamos ese barro alfarero desde donde pudiéramos hacernos al Hombre nuevo.
Mezcla de dos, argamasa de amor, exploración hasta la última gota de sed, rebuscar con nuestros dedos los oligoelementos que no se han descubierto, cerrar los ojos para abrir el alma y sentirse tan próximos uno del otro, que lo real sea sólo aquello con lo que se sueña. Y te sueño cada día más tibio en mí. El corazón late la palabra Traición para que te vengas desnudo de nación, para que te exilies en mis brazos, para que sepas que lo mágico no es aquello que se saca de la galera, sino justamente eso, que al lograrlo público, no se ve pero la imaginación lo hace sentir con el calor de la lava y el brillo de estrella y te laten todas las esperanzas y recuperas al niño y sos gavilán y paloma y el sol ilumina más impúdico, pero libre.
Lo cotidiano que asfixia con su marcha monótona a lo que puede llamarse amor, esa si que es una acción dispuesta para ser traicionada. Ella su propia victima y verdugo.
Nosotros, como tótem que no pueden ver, ni oír tampoco podemos escaparnos a estas ansias locas de escribirlo. Porque cada látigo que pegue con mis letras será la marca con cuánto dolor, profundidad y amor, te necesito mío. Desde la traición original, te marco en el beso morisco-mordisco de tu manzana, amén a que resuelvas volver sobre los pasos del edén y te caigas sobre mi como el ángel-diablo, más humano-más divino.
Faany G. Jaretón
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