lunes, 16 de noviembre de 2009

El Otro yo

Debía hacerlo de una vez por todas. Su existencia pesaba demasiado para seguir cargando con ella.

Últimamente todo le había salido mal; su matrimonio estaba destruido ya que su marido la había abandonado yéndose con su mejor amiga—o la que ella creía su mejor amiga—además y como si fuera poco la había dejado en bancarrota emitiendo cheques sin fondo a su nombre, lo que la calificaba legalmente como una estafadora. No le quedaban familiares directos y los pocos que tenía se fueron alejando cuando supieron de su problema económico—siendo que en los mejores momentos financieros ella los había ayudado desinteresadamente. No tenía hijos y se hallaba en la crisis de los cuarenta. Su casa iba a ser rematada y no tenia donde vivir—al menos y obviamente— hasta que fuese a la cárcel por las estafas.

En fin ¿qué más podía salirle mal?

El frasco con píldoras para dormir estaba ante ella, sólo debía extender la mano, tomarlo e ingerir las pastillas junto con la botella de whisky que se hallaba junto a ella.

Cuando se disponía a hacerlo el timbre de la calle sonó.

--¿quién puede ser a las dos de la madrugada? –pensó-

No estaba dispuesta a atender; Así fuera la policía, los bomberos o el mismo Dios no abriría esa puerta.

Volvió a lo suyo, pero el timbre sonó repetidas veces en forma insistente y diríase casi demencial.

--maldición —gritó incorporándose y yendo a la puerta--¿quién es?

--Por favor Elaine, ábreme...

La voz le pareció familiar pero no logró reconocerla; al fin de cuentas se hallaba tan aturdida por tantos analgésicos y pensamientos que la torturaban día y noche sin dejarla dormir.

--¿qué quiere? Váyase—gritó—

--Por favor Elaine, no lo hagas, déjame entrar, quiero hablar contigo.

Se sintió tremendamente sorprendida ¿quién era esa persona, cómo sabia su nombre y peor aún cómo sabia que ella iba a hacer algo?

--Mire, no sé quien es Usted, ni como me conoce, pero no quiero ver a nadie, así que váyase—gritó duramente

--Elaine si abres esa puerta me reconocerás.. .

--¿cómo sé que no es una ladrona? –la interrumpió rápidamente, en tanto irónicamente pensaba que ya nada más le podrían robar.

--Tú me conoces Elaine, sé que tu marido te abandonó por tu mejor amiga, sé a qué colegios fuiste de niña, quienes eran...

--bien, bien, bien —la cortó—abriré apenas la puerta para que el vecindario no me tire con botellas por hacer tanto escándalo a esta hora; pero espero que sea importante lo que tienes para decirme, seas quien seas.

Abrió la puerta de par en par como si nada le importase ya. Pero...esa mujer...esa cara..¡Dios! ¡Se estaba contemplando a si misma como en un espejo! Debía ser efecto del stress que padecía...

---hola Elaine—dijo la otra mujer, entrando a la casa —gracias por abrir.

Elaine se desplomó al suelo. Esto había sido demasiado para ella.

Cuando despertó se hallaba tendida en el sofá; junto a ella estaba la botella de whisky sin tocar y el frasco de pastillas , la puerta de calle estaba cerrada.

--¡OH Dios mío! fue un sueño...

--no lo fue Elaine –dijo la mujer que aparecía desde la cocina con una bandeja con café--

Elaine no podía creerlo, esa mujer era su viva imagen, su cabello, sus ojos, su estatura, su contextura física, inclusive su voz...era como mirarse al espejo.

--acaso –apenas balbuceó—¿somos hermanas gemelas y yo no sabia nada de tu existencia y tu sí, o al menos te enteraste hace poco?

La mujer sonrió en forma suspicaz como si hubiese escuchado un chiste o al menos algo divertido.

--no Elaine, no somos hermanas gemelas; aunque parezca increíble--le respondió mientras le daba el café y dejaba la bandeja sobre la mesa ratona de vidrio-- yo soy Tú misma, y tú eres yo.



Elaine dejó caer la taza de café desparramando el líquido por todo el piso. La otra mujer comenzó a secar la alfombra con una servilleta.

--¿Estás loca ó mi mente está jugándome una mala pasada?--gritó Elaine.

--Puedo jurar que es verdad lo que te digo; tu tienes una marca de nacimiento en tu muslo izquierdo en forma de rubí que has querido operarte tres veces pero te ha dado miedo siempre y has abandonado la idea todas las veces, tu marido fue el primer hombre en tu vida, en referencia al sexo claro, y perdiste un feto de 2 meses cuando él te dejó.

---¿Cómo sabes todo eso? ¿Quién eres? Por Dios, dime la verdad –suplicó—o me volveré loca.

La mujer se sentó junto a Elaine y tomó sus manos entre las suyas; la miró fijamente a los ojos.

--Elaine, créeme...soy tú misma, pero habito en otra dimensión, soy tu reflejo, tu antimateria si deseas pensarlo así; he venido porque si tú acabas con tu vida también acabas con la mía; si tú dejas de existir lo mismo me pasará a mi. ¿me entiendes?

Elaine estaba paralizada, no podía comprender lo que sucedía...¿estarí a loca ó lo qué le decía esta mujer era verdad? No sabia qué pensar, pero sí estaba segura de no estar soñando, de estar frente a esa mujer que decía ser su "doble" en otra dimensión.

--Si es verdad lo que dices –exclamó Elaine más serena--no comprendo cómo supiste tanto de mi, ni entiendo cómo llegaste hasta aquí, ni puedo explicarme cuál es la importancia que me atribuyes en tu mundo; porque sí de verdad eres mi reflejo, entonces estás pasando por lo mismo que yo ¿verdad?

--En mi mundo paralelo al tuyo se nos informa cuando la existencia de nuestro mismo ser, corre peligro, y podemos optar o no por arriesgarnos a salvarla, como lo hice yo; o bien correr la suerte que la otra parte corra.

---Eso puede entenderse, aunque parezca sacado de un libro de Alan Poe, pero no has respondido –preguntó inquieta--¿A ti también te pasa lo mismo que a mi, también te dejó tu marido y perdiste un bebé?

La otra mujer sonrió tristemente.

--lamentablemente para ti, no Elaine. Actuamos como mundos opuestos, si tu eres feliz, yo no lo soy y viceversa.

--Entonces tienes hij...

--Tengo un marido que me ama y dos hermosos hijos, la vida vale mucho para mi Elaine.

---¿y por qué debo ser yo la parte negativa?--gritó Elaine encolerizada- -¿por qué debe importarme lo que a ti te pase si yo no existo más?

--Entiendo cómo te sientes pero debía advertirte para que no sufras ni hagas sufrir a otros, como a mi y los míos; puedes recomenzar tu vida...

--¿me garantizas qué a ti te irá mal, para que a mi me vaya bien?

--no puedo saber eso, pero quizás nos equilibremos las dos en una vida de angustias y alegrías.

--ahora que sé de tu existencia –expresó acallando su voz hasta casi ser un murmullo-- nunca podré ser feliz porque sabré que tú ya lo eres...

--Elaine entiende que es por tu bien, comienza otra vez, pelea nuevamente, sé lo que te digo, sufrirás aún más si intentas dañarte, te harás más daño tú del que me harás a mí. Comprende que cada ser tiene una función en el cosmos; estas son las nuestras, ser la cara y contracara de una misma moneda, no puede existir una sin la otra.

--Vete –apenas murmuró Elaine— vuelve a tu mundo feliz y déjame sufrir en el mío, ya que es lo único que tengo.

--muy bien pero piensa en lo que te dije; no sufras más de lo ya lo has hecho.

Y diciendo esto la mujer desapareció.

Elaine quedó absorta en un silencio sepulcral. Si no había sido una alucinación ¿por qué ella debía hacer a otros felices si ella no podía serlo? a qué había venido esa mujer intentándola convencer de seguir con su sufrimiento ó -según ella--a qué luchase contra él? ¿Por qué había hecho tanto hincapié en que desistiese de su suicidio porque sino sufriría mucho más de lo ya sufría ?

--No, jamás desistiré –exclamó en voz alta.



Ingirió todas las pastillas junto con el whisky y se recostó en la oscuridad del cuarto; pensó en todo lo malo de su vida y en lo poco bueno que le había sucedido; cerró los ojos lentamente, el sueño la fue venciendo.

Despertó por la mañana con una terrible jaqueca hasta que tomó conciencia del momento y se incorporó sobresaltada.

---No puede ser, debía estar muerta con todo lo que ingerí ¿o habré soñado que lo hice?

Corrió hacia el living: allí estaba el frasco vacío, la botella tirada en el piso; los signos eran muy evidentes; había tomado todos los tranquilizantes junto con alcohol, lo menos que debería estar sufriendo era un estado comatoso; se desesperó queriendo confirmar si estaba soñando ó si estaba muerta.

Se dirigió a la cocina y tomó la cuchilla más afilada; extendió su mano y apoyó el filo del objeto cortante sobre sus venas; no dudó y de un solo golpe realizó una incisión tajante.

Comenzó a reír en forma demencial hasta que sus carcajadas se convirtieron en llanto amargo; ahora entendía la visita de aquella mujer, y entendía su advertencia sobre su mayor sufrimiento si intentaba matarse; de su muñeca no brotaba nada: ella, Elaine, no podía morir. Ella era el reflejo de aquella mujer felíz , sólo el original podía destruir la copia, y no al revés.





De "Cuentos Varios"

Liliana Varela 2006

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