Hoy sentí que las lágrimas lloraban y no supe que decir. Se alargó la distancia y el mundo se derrumbó encima como si fuera una negra mina de carbón. Se hizo un nudo en las sombras y descendí al infierno al no poder secar tu corazón en llamas.
Este universo extraño de loterías improbables me vendió tu boleto aquella tarde, inoculó en mis venas esa fiebre difusa que reemplaza a la línea y te sitúa de guardiana en el umbral, allí donde el río desborda los ojos y el buzo se asfixia de aire.
Por un momento, Orfeo flotó sobre las aguas, se revolcó en el vientre de la nada, peinó a la muerte.
Sin embargo, ahora, a las cero cuarenta y tres he renacido de mis cenizas, ave fénix de la luz que remonta el vuelo e inaugura la vida como si fuera un carnaval de color. Atrás queda el delirio macabro de la computadora, el pitido grotesco del averno, el infinito socavón del tiempo con que el futuro quería robar el destino.
El sol saldrá mañana. La tierra gira. La máquina funciona. El corazón late de nuevo sabiendo que habrá un nuevo día y tú estarás al otro lado del cable tejiendo y destejiendo Penélopes con tu alma de hilo largo y cometa al viento.
2009©Fernando Luis Pérez Poza
Del libro “El latido de las horas”
A la venta en www.eltallerdelpoet a.com
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