miércoles, 4 de enero de 2012

El idiota y el relojero




¿Cómo se te puede acercar un relojero?, nunca pretendí que pasara, pero hoy en la mañana al salir de entre un concepto, uno estaba sentado esperando en la imagen compartida, escrupulosamente observaba su reloj, el señor tenía el tamaño de un niño, no alcanzaba el piso con los pies, la ropa parecía le estorbaba entre el saco de pana y su pantalón de poliéster café lleno de parches, estos últimos perecían encajados en la piel, y fue que con el rostro lleno de rugosidades me pregunto la hora, sin esperar la respuesta reviro con sus anteojos al reloj de arena que traía en las manos.

Construí una pausa con el aire, dibuje con el aliento un despertar bostezado, y con lo que sobraba de la situación le dije: -no cargo con un reloj-, y serio, fue que me miro sin ademanes, y con una ominosa altivez respondió: -como es posible, sí los relojes son para las decisiones del tiempo, ¿tu que haces para decidir?-, y mire hacia arriba, una parvada de sueños picoteaba una nube convexa reflejando la vida para todos lados, y le comente: -el tiempo no lo ocupo para decisiones, la obsesión se me queda en el pensar escribiendo y ahí no existen relojes.-, y fue que de un brinco empezó a caminar encorvado, se recargo en mi cintura y vi que sus rizos de color rojizo le llegaban al cuello, miraba al piso esperando alguna explicación, me vio a través de su reloj de arena, y dijo: - ¿entonces crees que le tiempo es una obsesión para los demás?-.

Me quite el sombrero para que el viento refrescara la siguiente idea, y seguí: -el tiempo encerrado en un reloj puede quitarte en un solo segundo toda una historia completa, veo es una obsesión que no me compete, ya que no podría escribir con lo que me sobrará de cada segundo-.

El relojero con otro salto dejo de lado a la duda, tomó arena que le sobraba en las bolsas del saco, abrió la boca, degusto la arena de la mano, y se continuo: -¿escribir? no hay peor mal que no utilizar el reloj para avanzar, es como no saber que la decisión que tomes en el presente, ha de venir de tu pasado inmediato, para que así te puedas construir en el futuro. Como verás la arena y las palabras no lo pueden percibir, nosotros sí, aprovéchalo que es un regalo divino-.

Me quite el orgullo que me salpico y le dije: -sí el reloj en el tiempo es para construir regalos divinos de consciencia ¿dónde queda lo demás?, esto que no ves, pero percibes en el final, esto que hueles y se esparce a lo que eres, esto que sientes y que no juzgas, esto que se muda en palabra y que nadie detiene, ahí el reloj parece que no puede pedirse permiso, ya que podría resultar ser un vehículo irreverente para ir tropezando en el infinito-.

Me puse en un contexto que me regaló el momento, ya me había colocado en la seriedad, empecé a escribir en el pensar y le dije: - veo entonces que sí existiera un reloj para los principios y finales, usted no necesitaría del tiempo-. Entonces no dijo nada el relojero.

Le pedí su reloj de arena, él algo perturbado me lo dio, sin pensar lo tiré al piso y esté se rompió, el relojero se tomo de los cabellos y grito. – ¡Sí serás idiota, ese reloj me lo regalo el destino!-. El relojero se dio la vuelta corriendo con encono, y sin importarme empecé a juntar la arena en el piso. En la arena dibuje un caracol que al final se juntaba con el principio.

Vocifere para que me escuchara el relojero: - Sí el reloj te lo regalo el destino es para que el caracol en la arena te diera un principio y un final, he aquí el don que nos da el instante, el tiempo es para estar nada más, si lo encierras, esté te puede atrapar-.

El relojero se alejo en el imaginario, el viento sin palabras se llevo al caracol, y yo me quede enclavado en este final del principio, pero veo que me continuo escribiendo… siempre me pasa, es por no usar reloj.

Andrés V. Elizondo

1 comentario:

my heart is blooding cause i love dijo...

que hermoso y que cierto esto del reloj corre el riesgo que nos haga pricioneros y que por ello dejemos de vivir disfrutando instantes.