jueves, 12 de marzo de 2009

EL PERSONAJE

Estoy en mi estudio en el bar del Negro, tercera mesa a la izquierda. Estoy, creo, un poco adormilado.

—Perdón...¿interrumpo?

—Estoy pensando.

—¿Qué?

—Un ensayo. “Doble muzzarela y utopías, en Corrientes”.

—Boludeces. Entonces no hacías nada.

—No vayas a creer. Junto con la fainá con cebolla, la doble muzzarela forjó solidaridades, hermanó carencias, alimentó sueños, en aquella Corrientes ancha y acogedora... .A todo esto ¿vóquiénsó?¿cómo entraste?¿qué estoy haciendo, hablando conmigo mismo?

—Cualquier habitante de tu subconsciente puede entrar en tu bocho activo –es un decir-, no hay puertas ni vallas. No diré que soy tu superyó, porque con esta pinta no engaño a nadie. Soy un habitante de tu universo de recuerdos reprimidos, digamos, un personaje. Soy el tipo justo para uno de tus cuentos. Miles de neuroidiotas haciendo cola ¡Señor Travesía!, ¡Señor Travesía!, con bocetos lamentables. Yo soy tu yo archivado, tu pila de basura, tu pozo ciego de recuerdos. Y un personaje exacto para vos

¡Qué vergüenza! Carlos Travesía, el renombrado escritor desconocido, escribiente de un enanito subneural. —A ver cómo es— indagué, perdido por perdido. Si yo puedo decirme renombrado, el microbio bien puede llamarse personaje.


—Se trata de un pibe irresoluto, timorato, pecador irredento por vaticinio y condena previa maternas. No sólo él, todos los hombres. Sólo que él , hijo fortuito y afortunado, podía ser exorcizado, demonizado, hecho pelota desde chiquito. Es el personaje central, termina mal.

Me sonaba a libreto conocido, pero no opiné.

—Está la Madre, de la que ya hablamos. La pureza mancillada, la virginidad atropellada, blabla, etc. Perdida en un mundo de maldad. Solo puede ser salvada, rescatada, por un Caballero (bestia masculina, reprogramada oportunamente por una mujer justiciera, o sea madre).

—Inicia el conflicto La Mujer. No madre, mujer. Opina como todas las mujeres. Pero conoce las debilidades inguinales de los genéticamente pervertidos. Los usa, maneja, moldea a voluntad. Explota sus culpas, exprime sus ansiedades.

Para la Madre el Hijo es un degenerado destilado, un caballero.

—Y ya tenés el conflicto.

—Y poné un tango, elemento dramático donde se muestra al macho llorando en un rincón, gritando “fue inútil gritar”, “fui un gil”, “soy un arlequín” y melodramas por el estilo. Suele haber un cuchillo, para mostrar cómo el gil muere como un hombre, chorreando sangre como el río Colorado.

—Acá tenés todo. Llená los casilleros y firmalo. Con respecto a mi parte, llamalo inspiración.

Y se fue. Ahí nomás, no muy lejos.

—Me parece un héroe un tanto débil y fuera de época. Lo de la madre dominante suena ridículo. Un cuento de Carlos Travesía debería incluir puntos como autoconciencia, justicia universal, cosas así. Mejor lo pienso.



Se fue el microbio. Me cortó la siesta. Bueno, todavía no es tarde.

—Gallego. Voy a meditar. Si llama algún cliente que deje mensaje.



§



Espío por entre las tablas de la pared desvencijada. He decidido explorar yo mismo los suburbios de mi mente. La circunvolució n está empedrada de neuronas embarradas. Ninguna luz asoma del córtex. Sólo un débil resplandor, quién sabe de dónde. Se oye un grito lejano:”Baboso inmundo degenerado ¿cuántas veces me va a violar? Mire que a las 10 comienza la película”.

Los dos conflictos se examinan fríamente, ominoso trauma en mano. De pronto Sexópato clava una honda culpa en el pecho de Remordido. La rubia Monomanía pasa la sexta mano de esmalte a sus uñas, mientras ríe histéricamente. Una pregunta lastimera “¿me estoy portando bien, mamá?. Yo no la miré, te juro”

Traspiro copiosamente ¿Temor?¿Culpa? ¿Soy, todavía, Carlos Travesía?.


Uno de los duelistas cae. Antes de morir, exhala:”Tu padre fue...”

¡La luz!¿Qué pasó? ¡Oh, no! ¡Este imbécil entró en sueño profundo! ¡Se está deteniendo todo!.

Mejor rajo, entes queee meee e e e...

© Carlos Adalberto Fernández



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Carlos Adalberto Fernández

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