miércoles, 4 de marzo de 2009

Museo del Juguete

Habían leído los comentarios en los periódicos nacionales sobre el Museo del Juguete. Se habían dado un tiempo los cinco integrantes de la familia Pedigrí de la Huerta –ahora adultos- para conocerlo. De este año no pasa –dijeron- . Y al fin ya se encuentran en él, lo primero que ven es una casita de muñecas colocada dentro de una vitrina.

-Admirable- comentan en voz alta.

Una de las hijas Rebeca le dice a Eduardo, el hermano mayor:
-Tuvimos una, recuerdas cuando éramos chicos, pero con una como ésta jugaron nuestros abuelos. ¡Què preciosidad! , añade. ¡Es completa, todo tiene! –dice- Eufrasia, la segunda hija.

Horacio y Elena se adelantan a los hijos en esta visita, ante sus ojos están los muñecos, esos los de biscuit. -Con esos ojos de vidrio, comenta Elena. Mami jugaste con ellos cierto – dice- Rebeca. No la escucha Elena, está absorta ante la vitrina. Y Rebeca se contesta: -Seguro mami y papi si jugaron.

Elena contempla uno a uno a estos muñecos, se acuerda de una muñeca que todavía tiene en su casa, que está sin brazos. Y de otro llamado Manuelito, al que le daba ternura de pequeña.

Estos muñecos –le dice- a su marido, con esos ojos, esas expresiones parecen unos chukis, ahora entiendo al realizador de la película del muñeco Chuki. Horacio ríe.

-Mira está ahí el negrito Caratumbé con sus negritas, lindos muñecos de trapo. –Mami como la Ña Pancha, que nos regalaste a mí y a Eufrasia– Si dice Eufrasia, que es más callada que la hermana. Elena y Horacio se abrazan y abrazan a sus hijos, este Museo trae tantos recuerdos.

Rostros de asombro cuando ven en la sala contigua a los muñecos: los soldaditos de plomo de diversos países. Marcha de soldaditos con sus tambores, suena: -¡tum tum tum, tam tam tam!. Tacitas de té, cocinitas, maquinitas de coser, trompos, sonajas, triciclos, carritos, camiones, aviones, caballitos balancines, trenes, muñecos de cuerda; estos juguetes de diversas épocas desde el siglo XVIII. Y miren chicos -dice –Horacio, el padre hay juguetes prehispánicos.

Posan, se toman fotos con los juguetes, juguetes de la añorada infancia. Y toda la familia está alegre, sonríen, ríen. Se toman de la mano, si hubiera espacio hasta jugarían a la ronda.

Hay una persona extraña que los sigue, que no articula palabra. Sólo limpia y limpia cada juguete, sobre todo los más grandes. No pierde de vista a la familia Pedigrí de la Huerta. Y ellos siguen tomando fotos. Estas cámaras digitales – piensa – Elena son juguetes modernos.

Se retiran del museo contentos, han estado más de una hora. Y emprenden un viaje corto hacia el mar, hacia la playa. Al llegar, en el malecón abren las cámaras digitales. Y ¡oh sorpresa! no hay una sola foto del Museo del Juguete “las anteriores a la visita están, las del camino a la playa están ¡Que ha podido pasar!” comentan casi al unísono. Desaparecieron sólo las del Museo del Juguete –dice- Eduardo, el hijo mayor. -¿Qué extraño?.

Elena muy segura le dice a su marido Horacio y a sus hijos: - Desaparecer las fotos de las dos máquinas digitales- - ¡No, no, son esos muñecos los chukis quienes nos hicieron esto! Horacio dice: - ¿Y si se fueron? se liberaron- Y Eduardo, agrega: - Ya se, se han ido hacia el mar, en cuanto hemos llegado.

Están apenados, se dan aliento, hay un video que han comprado y otro que sigue en una de las digitales- Llegan al hostal luego del paseo en la playa y abren una de las cámaras para ver el video que habían filmado Eduardo, Rebeca y Eufrasia. En su lugar aparece el rostro de ese ser, de esa persona extraña que los seguía, les hace muecas. ¡Están perplejos!. Hechizo, brujería, magia, almas, espíritus ¡Qué joder!.

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