Habían leído los comentarios en los periódicos nacionales sobre el Museo del Juguete. Se habían dado un tiempo los cinco integrantes de la familia Pedigrí de la Huerta –ahora adultos- para conocerlo. De este año no pasa –dijeron- . Y al fin ya se encuentran en él, lo primero que ven es una casita de muñecas colocada dentro de una vitrina.
-Admirable- comentan en voz alta.
Una de las hijas Rebeca le dice a Eduardo, el hermano mayor:
-Tuvimos una, recuerdas cuando éramos chicos, pero con una como ésta jugaron nuestros abuelos. ¡Què preciosidad! , añade. ¡Es completa, todo tiene! –dice- Eufrasia, la segunda hija.
Horacio y Elena se adelantan a los hijos en esta visita, ante sus ojos están los muñecos, esos los de biscuit. -Con esos ojos de vidrio, comenta Elena. Mami jugaste con ellos cierto – dice- Rebeca. No la escucha Elena, está absorta ante la vitrina. Y Rebeca se contesta: -Seguro mami y papi si jugaron.
Elena contempla uno a uno a estos muñecos, se acuerda de una muñeca que todavía tiene en su casa, que está sin brazos. Y de otro llamado Manuelito, al que le daba ternura de pequeña.
Estos muñecos –le dice- a su marido, con esos ojos, esas expresiones parecen unos chukis, ahora entiendo al realizador de la película del muñeco Chuki. Horacio ríe.
-Mira está ahí el negrito Caratumbé con sus negritas, lindos muñecos de trapo. –Mami como la Ña Pancha, que nos regalaste a mí y a Eufrasia– Si dice Eufrasia, que es más callada que la hermana. Elena y Horacio se abrazan y abrazan a sus hijos, este Museo trae tantos recuerdos.
Rostros de asombro cuando ven en la sala contigua a los muñecos: los soldaditos de plomo de diversos países. Marcha de soldaditos con sus tambores, suena: -¡tum tum tum, tam tam tam!. Tacitas de té, cocinitas, maquinitas de coser, trompos, sonajas, triciclos, carritos, camiones, aviones, caballitos balancines, trenes, muñecos de cuerda; estos juguetes de diversas épocas desde el siglo XVIII. Y miren chicos -dice –Horacio, el padre hay juguetes prehispánicos.
Posan, se toman fotos con los juguetes, juguetes de la añorada infancia. Y toda la familia está alegre, sonríen, ríen. Se toman de la mano, si hubiera espacio hasta jugarían a la ronda.
Hay una persona extraña que los sigue, que no articula palabra. Sólo limpia y limpia cada juguete, sobre todo los más grandes. No pierde de vista a la familia Pedigrí de la Huerta. Y ellos siguen tomando fotos. Estas cámaras digitales – piensa – Elena son juguetes modernos.
Se retiran del museo contentos, han estado más de una hora. Y emprenden un viaje corto hacia el mar, hacia la playa. Al llegar, en el malecón abren las cámaras digitales. Y ¡oh sorpresa! no hay una sola foto del Museo del Juguete “las anteriores a la visita están, las del camino a la playa están ¡Que ha podido pasar!” comentan casi al unísono. Desaparecieron sólo las del Museo del Juguete –dice- Eduardo, el hijo mayor. -¿Qué extraño?.
Elena muy segura le dice a su marido Horacio y a sus hijos: - Desaparecer las fotos de las dos máquinas digitales- - ¡No, no, son esos muñecos los chukis quienes nos hicieron esto! Horacio dice: - ¿Y si se fueron? se liberaron- Y Eduardo, agrega: - Ya se, se han ido hacia el mar, en cuanto hemos llegado.
Están apenados, se dan aliento, hay un video que han comprado y otro que sigue en una de las digitales- Llegan al hostal luego del paseo en la playa y abren una de las cámaras para ver el video que habían filmado Eduardo, Rebeca y Eufrasia. En su lugar aparece el rostro de ese ser, de esa persona extraña que los seguía, les hace muecas. ¡Están perplejos!. Hechizo, brujería, magia, almas, espíritus ¡Qué joder!.
2 comentarios:
Gracias Marìa querida, Julia
Un placer
Maria
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