Hoy ha sido demasiado para mí. Luisita, sabes muy bien que, desde que nos casamos, pocas son las veces que hemos tenido problemas realmente graves.
Ya ves, mi gran preocupación cuando nos enamoramos era que iba a tener que olvidarme del fútbol los domingos. Pues llegó el primer domingo que salimos por la tarde y no se te ocurre otra cosa que decirme que te encantaría ir a ver el partido del Betis. ¡Del Betis, nada menos, Dios mío!
El alborozo me hizo dar tal cantidad de saltos que las personas que caminaban a nuestro lado llegaron a confundirme con un canguro.
Pero no quedó ahí la cosa. ¿Recuerdas el invierno aquel en que llovió más que cuando se ahogó “Bigotes”? Entonces fui yo quien se planteó la idea de proponerte, con el miedo metido hasta los tuétanos, que una partidita de tute subastado sería una buena posibilidad para entretener aquellas tardes frías y grises...
Llegamos al estanco a comprar un paquete de tabaco, distraídamente, como quien no quiere la cosa, cogí una baraja de cartas, la acaricié sintiendo, en ellas, la calidez de una piel femenina... Tú, mirándolas de forma arrobada, me las arrebataste de entre las manos para continuar las caricias que casi a hurtadillas yo les había regalado.
Con la más inocente de las intenciones me preguntaste si sabía jugar al tute subastado. Sin poder contener la emoción, me limité a proponerte echar una partidita y contarte alguno de los trucos de aquel juego...
En la primera partida, cantaste las cuarenta, las veinte en espadas, las diez de últimas y, para más INRI, me comiste los cuatro treses... Desde entonces, nunca nos han faltado nuestras partidillas de sobremesa, nuestras inocentes apuestas de un par de euros para darle algo más de emoción al juego...
A partir de ahí, todo fue una serie de coincidencias que hacían de nuestra vida un continuo encuentro de placeres comunes. Si el Rock era una de mis preferencias musicales, a ti te encantaba Elvis. Si tú disfrutabas visitando el Museo del Prado, Velázquez era para mí un artista inconmensurable.
El año que yo quería pasar las vacaciones en los Pirineos, antes de que yo te dijese la más mínima palabra, tú te presentaste el día de mi santo con todo un equipo de montaña...
Y hoy... Hoy precisamente, cuando se cumplen nuestras Bodas de Plata, has venido a poner sobre la mesa, con toda la crudeza de que eras capaz, una desconfianza hacia mi persona que nunca pude imaginar. Sí, tú, mi amada Luisita, mostrando tu desconfianza, preguntándome qué he hecho de los últimos veinte euros que me diste. Tú, mi amada Luisita, culpándome de derrochón, cuando sabes que miro por el último céntimo como si fuese mi alma...
Sí. Luisita, sí. Hoy me has herido en lo más profundo de mi ser. Tu desconfianza me ha parecido totalmente injustificada, y te lo voy a explicar de la forma más clara posible:
¿No has observado que hoy tienes en tu monedero veinte euros más? ¿Acaso no recuerdas que ayer, en la última partida de tute, me dejaste más pelado que a un quinto?
Manuel Cubero
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