martes, 20 de noviembre de 2007

Amor de rata

cuentos


Lo miraba embobada; podríamos decir "enamorada" ¡claro! eso si cabe el adjetivo para aplicarlo a una rata. Pero esta historia tiene ese matiz, el de una rata vulgar y silvestre que se enamora de una gallardo ratón de laboratorio.
Lo veía todos los días desde el agujero en el que vivía –al pie de la mesada del laboratorio para más datos- Vivía suspirando por ese roedor blanco con ojos rojos que apenas si le dedicaba una o dos miradas cada tanto.
Lógicamente sus mundos eran diferentes: ella, una hembra gris sin demasiados atractivos, mal alimentada, algo sucia y luchando día a día por su supervivencia; él, de aspecto impecable, bien alimentado y cuidado por los individuos que trabajaban allí y que le mantenían la jaula en perfectas condiciones de aseo.
Le parecía imposible poder llegar a conocer a su príncipe de capa blanca y cola rosada.
¡Ay! Suspiraba nuestra amiga…si al menos alguna vez pudiese tocarlo, acercarse a él… incluso, soñando mucho.. tener hijos tan bellos como ese espécimen.
Pero todo era tan improbable que lo mejor sería dejar de fantasear e intentar nuevas estrategias para escapar de ese gato de la otra cuadra que la perseguía y la zamarreaba cada vez que podía.
¡Cómo envidiaba y amaba a ese galán de su especie! Deseaba su vida, su confort, su alimentación incluso, pero más que nada lo deseaba a él.
Encima de todo sentía que su período de celo se acercaba y la naturaleza llamaba a procrear ¿cómo podría sacar de su cabeza la imagen tan preciosa y deseada de su amado? A fin de cuentas debería aceptar a ese ratón callejero de la otra esquina que últimamente le guiñaba el ojo al verla pasar.
¡No había otra solución!...
Entonces…¡sucedió!.
Ese día uno de los hombres dejó mal cerrada la jaula de su amado; seguramente él se daría cuenta y podría escapar : al fin serían felices. Pero no, su príncipe estaba tan acostumbrado al encierro que no hacía nada por salir; ella no podía permitir eso, debía actuar.
Cuando todo quedó a oscuras y el último hombre se hubo marchado, ella subió con dificultad por el mueble del laboratorio sobre el que se hallaba la jaula. Sus jadeos iban en aumento, apenas podía respirar pero valía la pena: su sueño estaba cercano ¡al fin ella y él estarían juntos!
Se paró frente a la puerta entreabierta de la jaula y con su último esfuerzo empujó los barrotes hasta que la entrada quedó libre al encuentro de los amantes.
Lo miró fijamente; los ojos rojos de su amado estaban algo apagados. Corrió a su encuentro apresurada pero a centímetros de llegar a él se detuvo en seco. Lo miró fijamente, olisqueó el aire y volvió a olisquear.
Luego dio media vuelta y corrió asustada en dirección opuesta, hacia su cueva.
Al otro día se hallaría dando el sí al ratón gris de la esquina e intentando entender por qué el ratón blanco le había parecido más hermoso de lo que era a la distancia.
En tanto en el laboratorio un hombre comentaba a otro la sorpresa de haber encontrado la jaula del ratón de experimentos abierta de par en par sin que éste hubiese escapado, a lo que el otro explicaba que debía haber sido por las pocas fuerzas que poseía ese animal a causa de los tumores inducidos científicamente.


Liliana 2007

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