martes, 4 de diciembre de 2007

Gardelín

cuentos

Desde chico aprendió el oficio. Que barré el patio, que sacá la basura, que el jardín está lleno de hojas. Vicente vivía con escoba y bolsa para las cosas a recoger.

—¡Puta, quién habrá inventado el piso!

—¡Y no rezongués, que te mando a barrer el baldío!

Tal vez por eso se volvió cantor. Con la Spica colgada del cuello, meta radio, música, noticias, lo que sea. Cuando por ahí salía un tango se ponía derecho, daba vuelta la escoba y frente al peludo micrófono de pie, frente a su respetable público, cantaba.

En carne propia
sentirás la angustia sorda
de saber que aquél que amaste más,
es quien te hiere...

Esta letra estaba medio censurada por la vieja. Ni qué decir de

Mientras los guapos, con entereza
Juegan la vida con ansias fieras

Allá en el baile, la muy taimada

Sólo se acuerda de que es mujer




No las entendía bien, pero eso no le impedía imitar las interpretaciones recias y pasionales, piernas abiertas, manos acogotando al micrófono, como las que veía en el Social y Deportivo del barrio. La primera vez que vio a Gardel ( Luces de Buenos Aires, El tango de Broadway, Tango bar,...) cayó en un trance, del que emergió con el que sería su estilo definitivo; gomina por kilos, sonrisa lateral, pronunciar "targo".

Mery, Pegy, Bety, Yuli,
rubias de Neuyor,
cabecitas adoradas
que vierten amor.

Y lentamente –ya estaba en la pubertad- entró en una onda romántica, melosa.

El día que me quieras

La rosa que engalana

Se vestirá de fiesta
Con su mejor color

La voz no ayudaba, pero la emoción que ponía, esa cara de condenado a muerte, le ganaron algunos corazones y otros órganos femeninos.

No estaba dotado para el estudio, pero la suerte –o tal vez las habilidades mostradas- le proporcionaron un puesto en la municipalidad acorde con sus antecedentes; barrendero. Le asignaron una zona con plaza y le permitieron hasta cuatro "espectáculos" por turno. Ya lo llamaban Gardelín. Cantando era tan parecido a Gardel como un canario a una bisagra oxidada, pero ya se sabe, la gente cuando no es cruel es afectuosa.

El frío, la lluvia, el trabajo a la intemperie lo retiraron tempranamente del servicio activo, con una pensión por invalidez y una ronquera que agregaba un matiz reo y curda a sus interpretaciones.

Gardelín estaba hecho. Le hubiera gustado un mayor reconocimiento a su dedicación y sentimiento, pero se conformaba con los aplausos, los bravos burlones o compasivos, las palmadas al pasar entre la gente.



Pero una noche un suntuoso micro de turismo se detiene en la puerta de nuestro Social y Deportivo. De él bajan una docena de turistas extranjeros, chillando en inglés, vistiendo colorinche, fotografiando a diestra y siniestra. La estrella del grupo era Miss Celine, escapando vía world tour de los incendios que amenazaban su mansión en Los Ángeles, en la seguridad de encontrar, a su vuelta, todo reparado y seguramente remozado.

Querían ver un patio de tango bien de barrio, nos pagaban lo que fuera. Hicimos lo que pudimos. Las parejas se sacaron chispas, el viejo Troiiito hizo gemir a su fueye. Pero Miss Celine pidió a Gardel, de quien alguien le había comentado: no sabía nada de él, sólo de su fama. A la rastra sacamos a Vicente del baño que estaba limpiando, le pusimos el uniforme de Gardel, lo engominamos y lo pusimos a hacer rostro por la pista.

—Ese es Gardel, Gardelín para nosotros —le dijimos a la Miss. O la soltería ya a los 50 le pesaba, o el espíritu del Zorzal descendió al club, la cosa fue que la platinada quedó encandilada. "¡un tanguerou machou!", gemía. Corrió a la pista, se prendió de las manos de Vicente. Le pidió un tango.

Ahí se pudrió todo, dijimos. Inventamos mil excusas, pero no hubo caso La Miss se hizo traer la mesa a la pista. Vicente, suicida, en la gloria ante una verdadera admiradora, cantó.

Arrabal amargo
metido en mi vida
como una condena
de una maldición.
Tus sombras torturan
mis horas de sueño,
tu noche se encierra
en mi corazón.

...

Y es un collar de estrellas


que tibio desgranan
tus ojos hermosos


llorándome así.


La yoni estaba arrebolada, nosotros desesperados. Era insoportable, Chirriaba, crepitaba. Alguno de nosotros estuvo a punto de interrumpir violentamente el suplicio, pero por otro lado, si se sabe que el amor es ciego —y también, evidentemente, sordo— ¿cómo matarlo?

Lo demás fue vertiginoso: Miss Celine lo invitó a su suite en el hotel 5 estrellas, después lo invitó a su mansión de Los Ángeles, luego le pidió quedarse con ella. Vicente se quedó ¿Qué otra cosa iba a hacer?¿En qué otro lado iba a encontrar admiración, afecto, libertad para ejercitar sus habilidades? La mansión tenía 12 habitaciones, 3 salones, 4 patios, un jardín imponente.



Es de noche. Celine lo llama, desde la cama.

—Garldelin, machitou reo ¡come here!

—Esperá que barro esta pieza y voy¡ !Preparate!

Si soy así, que voy a hacer

Nací buen mozo y embalao para el querer...



Carlos Adalberto Fernández

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