Supuso que aquel pequeño no había podido verlo. Ello era imposible.
Ni siquiera era admisible el sólo hecho de pensar que un ser humano pudiese "ver" un espíritu. Pues eso era él en ese momento: puro espíritu o vacuidad de materia para decirlo en forma más poética.
Había heredado el talento--o quizás milagro--de su padre, de poder desprender su espíritu--o lo que él prefería llamar conciencia—de la materia que constituía su cuerpo.
En los momentos en que sucedía esto, su cuerpo parecía dormitar respirando plácida y muy profundamente- -ni mil caballos en tropel lo habrían despertado-
Su espíritu en tanto, se movía invisible entre las personas como uno más, pero sin ser notado siquiera; tan sólo--y según tenía entendido por amigos- apenas se percibía una suave brisa gélida que pasaba muy rápidamente.
Trabajaba en el centro de investigaciones psicológicas de Berlín, cuando sintió un honor el ser elegido personalmente por el führer para servir a la Gran y Naciente Nación Alemana.
Si bien ya había utilizado a voluntad muy pocas veces su talento—y de adulto, ya que de pequeño los desprendimientos eran tomados como "producto de sueños" siendo de índole totalmente involuntaria- - sintió todo un reto el ponerlo al servicio de su nación ya que admiraba a ese gran dictador que los llevaba a la gloria alemana por sobre todas las demás naciones.
Hoy en día, pensaba que de no haber sido por el alerta de su tía--ante su innato talento heredado--nunca hubiese tenido la ocasión de ingresar en el centro de investigaciones ni tan siquiera de haber podido estrechar la mano de su ídolo máximo, el führer.
Recordaba el placer que le había producido el que el mismo Hitler le asignara--por medio de sus asesores--la noble tarea de trabajar para ellos, cazando nada menos que a la inmundicia que malograba la salud de la nación y a la que el mismo führer había llamado "escoria de los tiempos"
Desde aquel glorioso día pasó a llamarse "ultrech", el "espíritu espía alemán"; el se encargaría de estar infiltrado en el ghëtto y de localizar --en estado de espíritu--a los judíos rebeldes a los cuales colocaría una U grande en la nuca, hecha con tiza del suelo para que los nazis pudiesen identificarlos a la madrugada ni bien saliese el sol—y obviamente torturarlos a fin de sacarles información para luego matarlos.
Se había convertido en toda una leyenda terrorífica dentro de las comunidades judías, gitanas y de otra índole; se decía que un servil demonio deambulaba por las noches—y a veces los días--buscando víctimas para el asesino dictador alemán que era el diablo supremo; no sabían cómo pero todo aquel que organizara algo de resistencia era descubierto en forma casi inmediata, a pesar de tomar todo tipo de recaudos y medidas de seguridad.
Pero Ultrech sabía la verdad; estaba orgulloso de su labor: había descubierto más de 300 judíos, polacos, gitanos y alemanes renegados que ayudaban a esa escoria que pululaba en la otrora gran Alemania.
Muy pocos sabían su secreto: ya que éste constituía una de las "armas letales" del Tercer Reich; estaban enterados obviamente el propio Hitler y unos pocos del alto mando--entre ellos el jefe supremo del ghëtto donde él estaba encomendado en ese momento--
Ultrech se sentía feliz de su labor; sólo debía fijarse donde alojar su cuerpo mientras estaba en trance; ya que de otra forma un incendio o una balacera podría destruirlo y su espíritu no podría habitar en esa materia, quedando "errante" entre la vida y la muerte por toda la eternidad.
Cuando entraba en trance debía relajarse por completo--de lo contrario no podía salir de su cuerpo—por eso intentaba buscar lugares alejados de curiosos y asumir un bajo perfil de judío cobarde rodeado de niños y mujeres--más que para protegerlos, para protegerse a sí mismo-
El talento que poseía lo convencía una vez más sobre la superioridad de la raza aria. Los judíos ni en sueños podían llegar a tener tamaño don.
Por eso aquella madrugada cuando volvía a su cuerpo notó la mirada de aquel niño fija en su "invisible cuerpo etéreo" y se sintió tentado a acercársele hasta ponerse frente a su cara—hecho que en el pequeño provocó un leve escalofrío-
--"¿es que acaso puedes verme pequeña escoria?¿puedes ver algo que tu raza jamás poseerá? pues no lo creo"
Había musitado en los oídos de aquel niño antes de haberse introducido al cuerpo; al despertar había notado nuevamente en él, la indiferente, penetrante pero tranquila y fija mirada otra vez.
--¿qué te sucede a ti conmigo pequeño? --lo increpó aquella madrugada-
--por favor señor--intercedió la que parecía ser su madre--mi niño tiene problemas para comunicarse y hablar con otros, no lo estaba mirando por nada en especial, discúlpelo, el pobrecito es enfermo.
Ultrech asintió sonriendo comprensivo, aunque en el fondo pensó que era lógico que fuese un enfermo ya que era inferior a él. Ahora entendía la situación: ese niño jamás podría haberse percatado de nada, era sólo un pequeño judío loco que miraba fijo cualquier cosa.
Aquella noche Ultrech prosiguió con su acostumbrado trabajo para el führer. Ya era todo un récord su cacería al servicio de la gran Alemania.
Se acomodó en su viejo camastro del ghëtto y comenzó con su técnica de relajación, antes le dedicó una gélida y despectiva mirada a ese niño rubio que siempre lo observaba fijo.
A los minutos Ultrech—o al menos su conciencia o espíritu--no se hallaba en el cuerpo que yacía acostado de lado en el viejo camastro. Miró en dirección a los otros habitantes de la habitación; sintió asco por compartir el lugar con aquellos "inferiores" que lo ofendían con su sola existencia; consideró la convivencia como un verdadero sacrificio, lógicamente por Alemania, pero sacrificio al fin.
Comenzó a deambular por el ghëtto en forma de fría brisa, sin ser oído, visto, ni siquiera olfateado al menos como sucede con el viento que trae lluvia.
Escuchó las conversaciones de los principales rebeldes al régimen Nazi, los identificó y ordenó por jerarquía.
¡Qué ilusos eran! No sabían que no podían escapar al poder del estado, al poder del Führer.
Esperó que se aprontaran a acostarse unos minutos antes de las razias de madrugada cotidianas.
Se colocó junto a ellos--uno por uno--y sopló en su nuca la tiza del suelo, con la cual dibujó una U muy nítida—hecho que simplemente provocó un rápido escalofrío en la persona-
Luego y, así como había llegado se deslizó hacia el interior de su cuerpo, esperando una nueva cacería matinal. Su última mirada "etérea" fue hacia el pequeño judío, quién dormía plácidamente frente a él.
Lo despertaron los ruidos de los nazis entrando al ghëtto; Ultrech sonrió interiormente.
Un soldado entró en el cuartel general del jerarca nazi encargado de la vigilancia y seguridad del ghëtto. Saludó a su superior.
--¿alguna novedad soldado?
--a decir verdad señor, ha sucedido algo peculiar
--explíquese inmediatamente- -ordenó.
--sólo se ha podido detener a una persona con la marca de reconocimiento señor.
--¡qué raro! no puedo creer que esos infelices estén dejando de pelear tan pronto contra el supremo poder; no los considero tan inteligentes como para entender su inferioridad y someterse al fin.
--además señor...
--Sí ¿qué más? prosiga..
El soldado parecía confundido
--el atrapado comenzó a decir incoherencias sin sentido, gritaba que él era Ultrech, que él era el espíritu asesino alemán pero..inmediatament e lo mandamos ejecutar según sus órdenes señor.
El general cayó desplomado y pálido en su asiento.
Mientras en el ghëtto un pequeño judío sonreía jugando con la tiza del suelo y pensando que lo que su madre siempre le decía era verdad: él no era extraño por decirle que podía hablar con los espíritus y también verlos; él era igual a muchos otros, y ni los nazis, ni los judíos eran superiores. Todos eran iguales: sólo los diferenciaban los sentimientos.
Liliana Varela 2005
No hay comentarios:
Publicar un comentario