Me llamo Gaspar. Mis padres me pusieron ese nombre porque nací en un Día de Reyes. Soy el mayor de siete hermanos. A los demás, mi nombre no les llama mucho la atención, pero a Laurito, que recién cumplió los cuatro años, sí. Él está convencido de que yo soy uno de los Reyes Magos y, la verdad, no es cierto, pero Laurito se enoja mucho cuando se lo digo y termina llorando. Ni siquiera sirve que le diga que no tengo camello ni ninguna de las cosas que tienen esos reyes, que apenas si tengo a Chifle, mi perro, que me acompaña cuando salgo a hacer algunas changas o mandados.
Lo cierto es que no entiendo por qué Laurito se empecina en creer que yo soy el Rey Gaspar si por aquí los Reyes Magos han pasado muy, muy poquitas veces. Yo le explico que es realmente difícil para los camellos entrar por esas calles angostitas de la villa y peor cuando ha llovido mucho, porque por donde vayas, hay barro. Pero Laurito es cabeza dura e insiste. Hace dos días ya que por la noche pone su único par de zapatillas en la entrada, y eso que faltan todavía como dos días más para el Día de Reyes.
Yo sé, porque soy más grande y entiendo muchas cosas, que los Reyes tampoco vendrán a casa este año, pero Laurito quiere creer que sí vendrán porque la otra vuelta ha visto que en la casa en la que trabaja mi mamá, a Galo, el hijo de la familia, que tiene más o menos sus años, le han traído un montón de juguetes.
Anoche Laurito puso de nuevo sus zapatillas en la puerta, aunque todavía falta un día para que lleguen los Reyes, porque él tampoco entiende mucho de calendarios. La verdad es que las puso y enseguidita se durmió feliz, muy feliz, pero yo, no sé por qué, no pude agarrar el sueño y me quedé pensando, pensando, largo rato, hasta que no sé a qué hora me quedé dormido.
Esta mañana salí con Chifle muy temprano a hacer repartos. Junto muy pocos pesos con esta tarea, pero siempre me sirve para algo. He pasado después por lo de don Braulio, el que tiene una especie de almacén, kiosko y de todo dentro de la villa porque necesitaba que lo ayude a acomodar las cosas en los estantes y siempre me da alguna propina cuando trabajo para él.
He visto que don Braulio ha traído esta vuelta algunos juguetes, poca cosa, pero tiene un camión de bomberos que es espectacular. Bah, eso pienso yo, porque a mí me hubiera gustado tenerlo, cuando era más chico, claro, porque ya no jugaría con esas cosas, pero de pronto se me ha ocurrido que a Laurito le encantaría, lástima que lo que tengo ahorrado no alcanza para pagarlo.
Don Braulio, que ya es casi viejo y por eso observa todo, se ha dado cuenta de que me quedé extasiado con el camión y me ha hecho muchas preguntas. Sé que no será fácil, pero he aceptado pagárselo en cuotas con mi trabajo durante este año.
He regresado a casa bastante tarde y bastante cansado con el camión bien escondido dentro de una bolsa. Apenas he podido esperar que Laurito se duerma bien dormido porque me vencía el sueño.
Hoy es 6 de enero y, como es feriado, me he quedado un rato más en la cama tratando de dormir alguna horita extra a pesar del barullo general. De pronto he recordado que hoy sí es el Día de Reyes y he salido de la casa a buscar a Laurito, que siempre juega afuera. Y ahí lo he encontrado abrazado a su camión de bomberos y con una alegría en los ojos que nunca antes le había visto.
Ha insistido de nuevo en aquello de que yo soy uno de los Reyes Magos porque me llamo Gaspar y he vuelto decirle que no es cierto pero que ayer, de pura casualidad, he conocido a Balthazar y le he pedido que, por favor, no se olvide de que Laurito lo está esperando desde hace más de una semana.
Con mi abrazo siempre
Long-Ohni
“En algún lugar, bajo la lluvia, siempre habrá un perro abandonado que me immpedirá ser feliz” Jean Anouilh
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