viernes, 4 de enero de 2008

En soledad

Los siento a mi alrededor, regurgitando su torpe existencia ante mis ojos, intentando vanagloriarse de su torpe humanidad. ¡cómo si me importara algo su cercanía, su fingida bondad, su piedad ante mi!.

Piensan que pueden invadir mis dominios, traspasar las fronteras que demarqué con tanto esfuerzo ¡qué ilusos!

No se dan cuenta que deseo estar aislado, que nada puede tocarme ni inmutarme.

Desde que tengo uso de razón he vivido exiliado de ellos. Es mejor así.



Al principio los oía, los sentía cerca mío, olía su esencia. Y reconozco ¡Sí, reconozco! que quería que me escuchasen, que me tendiesen su mano amiga; deseaba ser uno más de ellos. Y luché, sí, luché con uñas y dientes para ingresar en sus filas, para ser aceptado tal y como era.

Pero no sirvió para nada; no me oyeron, no me tuvieron en cuenta y el deseo se convirtió en desesperación, la desesperación en angustia , la angustia en rabia y la rabia en odio... y finalmente en indiferencia.

No los necesitaba, no los deseaba...y tampoco los odiaba.

En mi mundo no hay sufrimiento, no hay falsedad, no hay nada que yo no quiera que exista.



Una y otra vez embisten contra los muros que he construido; oigo los ecos de sus frustrados golpes que van haciéndose cada vez más lejanos hasta casi desaparecer. Ya ni me interesa si intentan o no...Ya no.





--Señora.. no se angustie. Por desgracia es común en el autismo el retroceso de los pocos pasos ganados.





La vacía mirada del pequeño no parecía abarcar el escenario donde su madre dialogaba con el doctor que lo atendía.





Liliana Varela2007

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