martes, 15 de enero de 2008

" La Viuda "


Todo había terminado. Al fin se sentía completamente libre, dueña de su propio albedrío.

Allí, parada frente al féretro de su difunto esposo, sentía que una paz casi indescriptible se había posesionado de ella.

Cuando le dieron la noticia esa mañana no podía creerlo : su esposo había fallecido de un derrame cerebral generado por una golpiza recibida durante un asalto al salir de su trabajo.

Percibía las voces apagadas de consuelo como si se encontrase dentro de

una botella de vidrio; le llegaban frases sueltas de diálogos ajenos a las cuáles ella parecía responder mentalmente.

--pobrecita —decían— perder a sus padres y su esposo en menos de un año.



¡ Qué sabían ellos sobre lo que sucedía en su interior ! ¡ qué podían imaginar los demás sobre los grandiosos sentimientos de paz y libertad que la embargaban en ese preciso momento !

Nada... ellos no sabían nada de su vida íntima; no conocían cómo había sido su niñez y adolescencia, y mucho menos su matrimonio.

Nueve meses atrás, cuando sus padres murieron en un accidente automovilístico , ella sintió que Dios le otorgaba un regalo bajo la forma de un milagro .

Había sido hija única de un matrimonio formado por una madre docente y un padre médico; sobre ella se había centrado toda la responsabilidad de mantener la honorabilidad y el prestigio familiar.

No se le permitía traer malas notas a la casa, y si lo hacia, éstas eran castigadas con severas reprimendas --que consistían en semanas enteras sin postre, salidas y obviamente la total indiferencia paternal--; en cambio las buenas notas eran premiadas con una caricia filial, un buen postre y por supuesto los halagos de parientes y amigos a los que sus padres participaban prontamente de las novedades. Pero el precio pagado por esos premios era muy grande : no tener amistades, estudiar todo el día, no ir a ninguna actividad social de sus pares, ni obviamente recibir a ninguna relación social --aunque fueran simples compañeros de colegio-- si ello implicaba malgastar el preciado tiempo de instrucción debida.


Sus padres manipulaban su vida entera; cómo obrar, cómo comer, vestirse, "cómo vivir". Inclusive había quedado muy en claro que en la casa era tabú mencionar el tema "novios" o "futuros esposos" ya que ese era un tema que sus padres considerarían tratarlo en el momento que lo creyeran adecuado y por supuesto sin ningún tipo de consulta hacia ella.

Por eso un día su padre trajo a cenar a la casa a un colega suyo que trabajaba en la clínica paterna ; era un médico recibido hacia escasos tres años pero según su padre, estaba considerado como una gran promesa Hipocrática.

Ella se prendó inmediatamente de Andrés – era el primer hombre con el cual podía conversar sin la oposición de sus padres-- era dulce y tierno con ella y la escuchaba, tomando en cuenta sus pensamientos, como nunca nadie lo había hecho.

Sabía que él la amaba y la complacía en todo; además era el instrumento perfecto para huir de los verdugos paternos. Con Andrés sintió que sería libre, dueña de sus propios actos: pero obviamente se equivocó.

Al principio su matrimonio fue ameno y la convivencia era muy buena, pero luego Andrés se llegó a convertir en un verdugo aún más severo que sus padres, y más nocivo, ya que era más joven que ellos.

No sólo debía hacer lo que él decía, sino vestirse como él quería, ir donde él se lo permitía. Un verdugo aún más dominante que los anteriores era el encargado ahora de manipular su vida para siempre.



Pero hoy, allí en ese cementerio, ni Andrés ni sus padres se encontraban; se sentía por primera vez en toda su vida, con un poder total y omnipotente sobre su persona.

Dios había obrado un segundo milagro para ella.

Los meses iban pasando y ella salía, se divertía, iba a todos los lugares donde jamás la hubiesen dejado ir sola; pero lamentablemente no tenia amistades y tampoco sabia como entablarlas, además los lazos familiares con sus pocos parientes eran muy débiles... no tenia a nadie.


Y un día, sin quererlo, se dio cuenta de la realidad, la increíble realidad: no sabía estar sola; ni sus padres ni Andrés le habían enseñado a vivir consigo misma, estaba acostumbrada a que otros dictasen su obrar.

Con tremenda amargura admitió que extrañaba a esos verdugos, que aunque fueron los que la llevaron a esta soledad actual, eran los únicos que la conocían a la perfección y con los cuales podía conversar y sentirse acompañada.

Se sumergió así en la nostalgia total, no podía dormir y comenzó a deprimirse; le fueron recetadas píldoras para el insomnio, con lo cual Morfeo se apoderó de su vida y la hizo más feliz, ya que cuando dormía soñaba con sus padres y con Andrés ; pero cuando estaba despierta la soledad se convertía en un tormento que la asfixiaba; se golpeaba contra las paredes y muebles del dormitorio queriendo calmar --o al menos intentar atontar esa soledad del alma--. Al dormir sentía que la puerta se abría y, veía entrar a sus padres y Andrés, entonces todo cambiaba: ya no estaba sola, era nuevamente feliz.


Aquel día otra vez la puerta se abrió; allí estaban los tres esperándola para realizar un paseo, ella les entregó la mejor de sus sonrisas.

La madre miró al padre y exclamó:

--Es increíble el caso de esta paciente, fue traída por la familia entre gritos y retorcijones hace un mes. Cuando está sola hay que ponerle el chaleco de fuerza para evitar que se lastime contra las paredes, pero cuando nos ve parece calmarse y entregarse con alegría a la sesión de electroshock.



Ella salió del cuarto. Sus padres y Andrés la volvían a llevar a pasear como otras tantas veces, calmando así su soledad; volvía a ser feliz otra vez.

Fin

Liliana Varela

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