lunes, 7 de enero de 2008

Un cuento...¿o un sueño?

Una madrugada, hace ya tiempo, yendo por una calle solitaria de un
barrio marginal, encontré a una niña sentada en el escalón de una
casita baja, vestida con un camisón pese al frío, llorando
desconsolada. No tendría más de seis años.

Me detuve a mirarla, suponiendo que en cualquier momento se abriría
la puerta de la casa y alguna mujer metería a la niña dentro. Pero
pasó un rato y nada sucedió. Me acerqué con prudencia a la pequeña y
con la mayor dulzura que pude le pregunté que si se había perdido.
Ella respondió que no, que estaba en la puerta de su casa, pero que
se habían olvidado de ella. Llamé a la puerta, y al no obtener
respuesta entré con la niña de la mano... la casa estaba vacía,
sucia, todo revuelto, una bata tirada en la entrada.

Asustada, saqué el móvil con la intención de avisar a la policía
para que se hiciera cargo de la criatura. Pero ella me tapo con su
manecita el teléfono, y me dijo sonriente que, si la llevaba a donde
debía ir, no tendría que llorar nunca más. Yo la miré con la
concentración y distancia con que miramos los mayores a los niños
incomprensibles, temiendo que pataleara, echara a correr, se
escapara o se pusiera a pegar gritos.

Entonces ella sonrió aún más y se pueso a dar saltitos y a reir y a
decirme que yo la tenía que llevar. -¿Pero dónde?- Pregunté,
esperando que me diera la dirección de algún familiar. -Al hospital-
respondió.

No sé cómo pudo convencerme, el caso es que caminamos hasta llegar
al hospital. -¿Por quién tengo que preguntar?- le dije. -Por nadie,
ahora ya sé ir yo- y dando saltitos de alegría me llevó sin soltarme
nunca la mano y por las escaleras hasta la séptima planta.

Entamos en una habitación, una mujer anciana, tendida en una cama,
intubada, nos miró y agitó penosamente una mano para llamarnos. La
niña corrió hacia ella y se unió a una mujer joven y a otra madura
que estaban junto a la anciana y que indudablemente serían de su
familia por lo mucho que se parecían. -¿Dónde te habías metido?-
dijo la mujer madura tomando cariñosamente a la niña en brazos -
¿Acaso crees que podríamos irnos sin ti?, ya llevamos retraso...

La anciana cerró los ojos, y una máquina empezó a pitar.

-¡Oiga! ¿Qué hace usted aquí?- La voz de la enfermera me sobresaltó.

-He venido a traer a esta niña con estas señoras...

- ¿Qué dice? Aquí sólo hay una enferma. ¡Váyase!

La enfermera se dirigió presurosa a la cama de la anciana.

La nena me sonrió y, con la manita, me dijo adiós y me lanzó un
beso.

La máquina empezó a emitir un sonido continuo.


Blanca Barojiana

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