Liliana Varela
Hoy al fin despierto de mi largo sueño. He permanecido en suspensión animada durante setenta y cinco años. Hoy probaré si estaba equivocado o no, cuando en el 2007 pronostiqué la alteración de la atmósfera terrestre a causa de la velocidad de un cometa que orbitaba el sol.
Recuerdo claramente las duras críticas recibidas; un joven ingeniero nuclear que estaba trabajando en la NASA desde hacia poco tiempo no podía poner en duda las aseveraciones de los más antiguos y eruditos científicos del momento.
Era una locura lo que yo decía—según ellos—ya que el cometa debido a su velocidad apenas crearía una mínima radiación que no iba a afectar demasiado el planeta, tan sólo—y siendo poco probable—podría llegar a aumentar un poco más el efecto invernadero.
Debo reconocer que mi tesis era difícil de creer, ya que se sostenía en algunos pilares conjetúrales pero también es verdad que los sabios del momento no se preocuparon demasiado en descartar con seriedad y pruebas mis ideas.
Yo había investigado el tema por años, si bien no era mi campo profesional, siempre me había interesado por la física y química cuánticas. Estaba seguro de lo que decía: la velocidad de ese cometa generaría una radiación tan intensa que afectaría la vida animal y vegetal en cuestión de segundos; debíamos tomar precauciones durante el suceso y aislarnos de la atmósfera bajo cúpulas o lugares especializados que nos mantuviesen con vida en tanto la radiación contaminase la tierra.
Pero como dije antes, nadie me tomó en serio; el gobierno no se preocupó por crear protección para la atmósfera ni mucho menos construir lugares especiales para los que quisieran ponerse a salvo.
Me ví obligado a crear mi propio mundo bajo tierra; sabia que no iba a sobrevivir solitario durante setenta u ochenta años—que era lo que calculaba que duraría el efecto de la radiación—por eso decidí mantenerme en suspensión animada durante ese tiempo.
Con ayuda de dos o tres amigos de la NASA—que si bien estaban algo convencidos de mis tesis, preferían arriesgarse con sus familias a la suerte—pude construir este refugio bajo tierra a quince kilómetros de la ciudad más cercana.
No tenía familiares directos, tan sólo la tía que me había criado de pequeño, pero ella no había querido venir conmigo ya que tenía setenta años y consideraba que aunque yo tuviese razón, ella ya había vivido lo suficiente.
Mi novia por supuesto pensó que me había vuelto loco y prefirió darme un tiempo para reposar y tranquilizarme.
En fin...hoy es el día. La cámara de suspensión se abre y apenas logró inhalar el primer bocado de aire; tengo algo de barba y uñas crecidas, lógico efecto del estado de la latencia.
Siento mis piernas después de tanto tiempo; las computadoras que me han mantenido con vida aceleran su acción como si quisiesen saludarme.
Inspecciono los datos registrados por la computadora central durante mi largo sueño; lamentablemente los análisis ambientales a lo largo de estos años me demuestran que he tenido razón: el día 15 de julio de 2007 hubo una alteración atmosférica que trajo aparejada una radiación totalmente nociva para la tierra, la cual ha ido disminuyendo hasta llegar al 0,001 % hoy día.
Ya bañado y rasurado estoy listo para salir; ahora debo enfrentar este mundo—que aunque no me sienta orgulloso por ello—habrá dejado de ser el mismo, ya que yo tuve razón.
Estoy confiado en que deben existir otros como yo que hayan tomado precauciones, o bien sus descendientes. Pero debo reconocer que tengo un poco de miedo más que de curiosidad por lo que vaya a encontrar allá fuera.
Subo al elevador que recorre luego de setenta y cinco años, los veinte metros que me separan del exterior.
He llegado. Se abre la puerta que me separa de la superficie ; sobre mi cabeza se halla el cielo que recuerdo; subo las escaleras que hay preparadas para esto dentro del ascensor y salgo.
Dios! respiro otra vez aire normal ; pero que ironía, tanto esperar para ver la luz del sol y es de noche. El semidesierto está igual que antes, así que trataré de ir hasta la ciudad.
Cargando mi mochila con víveres y agua comienzo a caminar en la oscuridad, mis ojos se van acostumbrando como los de un gato. Luego de varios minutos diviso una luz apenas perceptible que parece emanar de la planta baja de uno de los edificios. Me voy acercando, mi corazón late fuerte y mis manos transpiran en demasía.
Llego a la puerta y cuando me dispongo a tocar escucho voces.
--Voy a entablar contacto luego de tanto tiempo, existe gente—pienso feliz.
De pronto la puerta se abre. Sólo vislumbro oscuridad y reconozco el débil resplandor que he seguido. Identifico apenas perceptibles figuras de contornos humanos.
--¿Quién es ?—pregunta una voz
--¿lo identificas Axel ?—inquiere otra voz.
--emana nuestra misma temperatura corporal, parece ser humano—contestan
Mis vísceras se entrecruzan nerviosamente.
--Sí! –aseguro –soy humano. Por favor enciendan la luz y déjenme verlos; les contaré de donde vengo; además no tengo armas, vengo en paz—reafirmo para tranquilizarlos.
--¿Luz? –pregunta uno de ellos--¿acaso no nos percibes?
--sí, veo sus contornos pero esta oscuridad apenas me deja ver sombras.
De pronto se genera entre ellos un cuchicheo que va en aumento hasta finalmente apagarse, luego de unos segundos que parecen interminables una de las sombras se mueve a lo largo de la habitación.
--bien, acércate—me dicen.
En ese instante se enciende una tenue luz pero que basta para devolverme a la vida nocturna de mi época.
--gracias—exclamo mientras me agacho para dejar mis cosas en el piso y luego me voy incorporando—esto está mucho mej...
Mis palabras se entrecortan, delante de mi hay cinco personas de pie, tres son hombres y dos mujeres; dos de los hombres me apuntan con una especie de rifle pero lo más sorprendente son... sus ojos.
Me percato de la realidad.
--DIOS! Ustedes son ciegos—susurro en voz alta.
Sus ojos están vacíos, blancos, no hay pupila, iris, sólo un circulo córneo blanquecino, en sus párpados no hay pestañas.
--¿ciegos? –exclama el que parece ser uno de los más jóvenes.
Del fondo de la habitación surge otra persona que parece ser el líder del grupo, haciendo una seña indica que bajen las armas; se acerca a mi sin vacilar en sus pasos, como si me estuviese viendo...yo por mi parte estoy perplejo. Me extiende la mano.
--Hola, debes ser Ariel Roder, supongo.
Aún sorprendido respondo al saludo extendiendo mi mano.
--Sí.—apenas murmuro-- ¿cómo sabe quien soy ?
--siéntese y le contaré –hace una seña a los otros—traigan algo para comer y tomar.
Luego de unos minutos algo recuperado del shock, vuelvo a mi última pregunta
Stalus se presenta como el líder del grupo y el más antiguo y comienza su explicación:
--Mi abuelo fue uno de aquellos que supo de ti—comenzó—él era entonces un joven físico recién recibido que adhería a tus ideas, pero obviamente no tenia la misma jerarquía que la tuya para hacer públicas esas adhesiones; él por medio de amigos de la NASA se enteró del lugar donde habías construido tu refugio a espaldas del gobierno un mes antes de la hecatombe y registró todo para el futuro. Siempre nos advirtió de tu posible llegada...
--¿dónde está él ?—lo corté apresurado
--lamentablemente murió hace muchos años; pero déjame terminar el relato. La radiación fue tan maligna como tu lo habías anticipado; la población mundial fue diezmada en casi un 80 %, y los pocos que sobrevivieron se vieron afectados por efectos colaterales de la mencionada radiación. Al principio tuvieron vómitos, náuseas, trastornos nerviosos, es decir, lo que es lógico suponer pero después fueron notando con horror que el promedio de vida había descendido y que lamentablemente el sentido más afectado había sido la visión por lo cual con el paso del tiempo se iban quedando ciegos. Quizás lo más trágico fue darse cuenta que todos los bebés nacidos de esa generación eran ciegos de nacimiento, comprobando con horror que sus propios cromosomas habían sido alterados genéticamente; por lo cual sólo podrían crear un mundo de ciegos. Al principio perdieron muchísimo tiempo en abocarse a la tarea de trastocar los genes mutados, pero luego viendo que el tiempo pasaba y su vida se acortaba pensaron que lo mejor era dotar a sus descendientes de lo necesario para vivir sin problemas con su falta de visión.
Nos construyeron computadoras especiales donde el monitor se reemplazaba con una pantalla horizontal que recibía estímulos térmicos y táctiles; nos enseñaron el sistema Braille y lo adecuaron para el uso digital; nos dieron conocimientos de medicina y cómo utilizarla y notaron con gran asombro que no sólo nacíamos ciegos, sino que por suerte para ellos, habíamos desarrollado en forma increíble el sentido del tacto, del olfato y oído. Igualmente han quedado algunos artefactos de esa época, como por ejemplo la luz que hemos encendido para ti.
--pero ¿y los demás seres del planeta? ¿existe alguna conexión con ellos?
--sí, por supuesto, a través de radio, Internet, pero de distintos continentes no nos visitamos; a pesar de todo lo que nos dejaron nuestros ancestros muchos no pueden ni quieren arriesgarse a volar un avión aunque sea con piloto automático y señalización de pistas de aterrizaje, ni manejar un transporte. Lamentablemente Ariel nos hemos vuelto un poco asustadizos y primitivos; vivimos de la agricultura y algo de lo poco que quedó de ganado que logramos descontaminar de radiación
--es increíble—apenas murmure—
--Así es, tú en este momento eres el único ser con habilidad de volar, ir donde quiera y ver, aunque no sepa que significa eso—sonrió—todo lo que desees.
Estaba asombrado y a la vez perplejo. Existía un sentimiento dual en mi. Era el único ser capaz de ver el mundo, podía llegar a ser un líder mundial pero a la vez me pesaba la soledad de la visión.
Me llevaron luego de haber descansado a recorrer la ciudad; era increíble ver cómo se movían sin ningún problema, evitando estorbos en el camino, saludando por su nombre a quien cruzara junto a ellos sin previo uso de la voz...yo estaba fascinado por ese nuevo mundo.
Me dieron todos los archivos computarizados que tenían y por suerte, encontraron un antiguo monitor de mi época que me permitió observar todo lo sucedido a lo largo de mi sueño de setenta y cinco años. Comprobé con gran desazón que todo lo dicho por Stalus--quien ya era un anciano para el promedio de vida de 50 años del momento—era verdad. Nadie se atrevía a comunicarse de continente a continente; existían infinidad de maquinarias sin uso desde hacia más de 5 décadas. Pero a la vez se habían construido máquinas impresionantes que se usaban para generar desde antibióticos hasta replicas indumentarias: era un mundo para ciegos.
Un día en que volvía de un recorrido por un callejón apareció de repente Axel quién me empujó al suelo e inmediatamente sacó su rifle y disparó a mi lado.
Yo no entendía nada de lo sucedido.
--Debe tener cuidado Ariel—dijo mientras me ayudaba a levantarme—esos animales son muy peligrosos.
Cuando miré al suelo, ví un escorpión destrozado, su tamaño era el doble de los que yo conocía de mi época. Algo sucedía.
Me enteré después que los escorpiones habían sido uno de los pocos animales diezmados pero que habían sufrido una mutación muy importante que duplicó su tamaño y transformó su veneno en uno de los más poderosos.
Supe también que ese veneno no tenia antídoto, puesto que se había descubierto en los últimos tiempos de la generación afectada en su visión , por lo cual no pudieron, aquellos que aún veían mínimamente, examinar la alteración cromosómica en células de escorpión y mucho menos fabricar su antídoto.
De esta forma yo me convertía en el salvador del único enemigo mortal del humano, ya que si bien tenia escasos conocimientos genéticos, podía acceder a la información y buscar el antídoto que los libraría así de la causa del uso diario de rifles y obviamente del miedo.
Les prometí ayudarlos pero reconozco que el tiempo pasaba y cada vez me sentía más extraño; me atendían muy bien, pero me sentía solo en mi capacidad de ver, no podía compartir con nadie la belleza del paisaje, ni el color de una flor...el tiempo pasó y creo que me cansé de hurgar los viejos conocimientos; si bien podía utilizar aviones, éstos estaban oxidados, había que reparar piezas, montar otras nuevas...y por supuesto no podía contar con ellos.
Mi vanidad creció, puesto que los niños sobre todo, me preguntaban cómo era el cielo, qué era el color, cómo era un rostro. Todos me perseguían con preguntas y atenciones; además yo era el que estaba creando un antídoto para su peor enemigo...por lo cual yo era Dios mismo para ellos.
Reconozco que me harté de todo, en cierta forma quise por segundos haberme quedado con mi generación, haber creído en las ideas de mis colegas de entonces.¿de qué me servía un mundo de ciegos?
No sé cuánto tiempo pasó...sé que mucho. Pero un día cansado comencé a deambular por el campo; ya los pobladores me habían advertido muchas veces de los escorpiones pero ya desde hacia tiempo no lo hacían porque sabían que yo podía verlos desde muy lejos...al fin y al cabo yo era el salvador.
Mientras caminaba noté lo que parecía ser un libro roto y viejo entre unas piedras, estaba semienterrado en la tierra; la removí y pude sacar unos pedazos de libros añejos; era un libro de viajes, había paisajes desteñidos, bellos ocasos y amaneceres...creo que casi lloré recordando todo eso tan lejano, sentí mucha nostalgia y me senté en el suelo. En ese momento lo ví: un escorpión estaba ante mí amenazante, comprendí que había destruido su hogar al sacar el libro; sentí pánico y no pude gritar.
La picadura fue instantánea. En ese momento comprendí la ironía de la situación, el animal del futuro utilizaba mi pasado para vivir en él, y yo, él que era el único que podía destruirlo, el único en el mundo que podía verlo de lejos y proteger a los demás había sido el más descuidado de todos...había sido como los vanidosos sabios de mi época que sabían todo sin dudar de nada.
Al fin comprendí que jamás había estado preparado para vivir allí: yo había sido el incapacitado y no aquellos ciegos que hoy reinaban en el que fue mi mundo.
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