jueves, 20 de septiembre de 2007

Memorias de un traductor insólito

CAPÍTULO 1 – MI PRIMER CLIENTE



New York City. JFK Airport. Verano del 89. Regresaba a Medellín después de un corto viaje de trabajo. Mi primera visita a la gran manzana y como cualquier visitante desprevenido, había hecho un poco de turismo por los íconos arquitectónicos de la ciudad, en los días anteriores al viaje. Me sentía un poco anónimo entre tantos inmigrantes que hablaban tantos idiomas y donde mi talento idiomático tal vez pasaba desapercibido. "Y si fuera traductor simultáneo en Naciones Unidas?", pensé durante aquella espera en el aeropuerto. Pero se requería más que conocimiento y entrenamiento para un reto semejante. Tenía a mi favor el dominio idiomático pero en mi contra jugaban mi edad y mi falta de preparación. Tres carreras empezadas y ninguna terminada. Tal vez estaba muy jóven para iniciar mi preparación formal como traductor, pero demasiado viejo para empezar una cuarta carrera universitaria. Estaba como el bachiller promedio: sabiendo un poco de todo y nada de nada. Tenía una carrera como escritor y trataba de consolidar una como periodista. Empero, temía que como traductor repitiera las largas horas sentado frente a una máquina de escribir, sumergido en otro oficio solitario y con poca interacción con otras personas. Mi limitada velocidad mecanográfica me obligaría a ser un traductor oral antes que un traductor escrito. Mis pensamientos fueron interrumpidos abruptamente por un gringo que se me acercó hablándome con cierta camaradería.
"Nice boobs, huh?", me preguntó mientras sus ojos lujuriosos apuntaban hacia las tetas enormes de una mujer voluptuosa que se encontraba en la sala de espera con nosotros. Tenía unos senos perfectamente redondos y firmes que parecían querer salírsele de su blusa anudada arriba del ombligo. Se notaban naturales, y de hecho por aquellos días no estaba de moda la silicona. Habrían pasado la prueba centrípeta o "del merengue" que les hacen hoy en día. Piel perfectamente bronceada, caderas generosas atrapadas en ajustados jeans rojos y cinturita de avispa que complementaban un rostro bellísimo en el que resaltaban sus ojos color avellana y sus labios provocativos. Todo un mujerón, como dicen los dominicanos. Era una de esas mujeres irresistibles y medio diosas que sólo encontrás en abundancia en tres ciudades del planeta: Medellín, Caracas y Buenos Aires.
"You bet!", le respondí con la típica complicidad que se suscita entre hombres en ese tipo de situaciones. Le pregunté que por qué no se le acercaba y le conversaba. Me dijo que lo había pensado, pero que al estar cerca de ella notó que no hablaba ni una sola palabra de inglés y él tampoco hablaba nada de español.
"You speak Spanish, don’t you? You know what? I’ll give you 500 bucks if you hook me up with that hot woman!", me propuso entonces. Su oferta me dejó perplejo. 500 dólares por ayudarle a levantarse una mujer? No podía creerlo. Era casi la misma cantidad que costaba el tiquete aéreo Medellín-NewYork-Medellín.
"Are you serious?", le pregunté todavía incrédulo.
"Do I look like the kind of guy who bluffs?", me respondió un tanto ofendido. Acto seguido, sacó su billetera y de ella extrajo la cantidad mencionada para depositarla rápidamente en el bolsillo de mi camisa.
"Don’t you need that cash for this trip?", fue la primera pregunta estúpida que me cruzó por la mente.
"Not really. I can manage. I’ve got my credit cards, just in case", me respondió tratando de tranquilizarme. Me entregó entonces una tarjeta de presentación de unos corredores de bolsa con su nombre: Kenneth McGinley. Me dijo entonces que era uno de los "duros" de Wall Street y que para él una mujer tan bonita era como una inversión en la que estaba dispuesto a hacer su apuesta más alta.
"Deal?", me preguntó extendiéndome la mano para que la estrechara.
"Deal!", le contesté entre nervioso y entusiasmado. Mi primer trabajo como intérprete! Y en la capital del mundo! Wow, qué más podía pedirle a la vida?
"So, what do you want me to do for you, McGinley?"
"Call me Ken.", me respondió mientras sonreía de manera amistosa. Había algo en él que inspiraba confianza. No solo por su pinta, pues era un tipo bien trajeado y de modales finos.
Me pidió entonces que me acercara a su tetona favorita y entablara una conversación casual con ella para que luego los presentara. No me pareció tan difícil. Me acomodé la camisa y el cabello con los dedos y caminé con firmeza hacia ella. Sostenía un vaso con jugo que nos había ofrecido la aerolínea porque el vuelo estaba retrasado. Sonreí como si quisiera venderle una aspiradora y le pregunté si viajaba a Medellín o a Bogotá, pues el vuelo siempre cubría las dos ciudades.
"Medellín, y vos?", me respondió con marcado acento paisa.
"También. Y viajás sola?", le respondí con más que amabilidad.
"Sí, me tocó regresarme sola porque mi mamá se aburrió y se fue la semana pasada. Mucho gusto, mi nombre es Lina"
"Malcolm. Gusto en conocerte."
"Malcolm? Y es que vos sos gringo?", me respondió intrigada.
"No, soy paisa como vos. Pero tengo un amigo gringo que te quiere conocer", le dije lanzándome al ruedo, temiendo que me mandara al carajo.
"Un amigo gringo? Y si está "bueno" siquiera?", me preguntó en medio de una sonrisa maliciosa.
"Pues es aquel que está allá botando la baba por vos"
"Ese triple-papito que se le ocurrió ponerse corbata con este calorón?", me dijo entusiasmada.. Bingo! Ya tenía la mitad de mi sueldo ganada.
"Ajá. Lo que pasa es que no habla nada de español. Vos de pronto hablás inglés?", indagué con cierto nerviosismo de que su respuesta fuese afirmativa.
"No, que va! Apenas unas palabritas y como aquí todos mis conocidos y familiares hablan español, no me preocupé por aprovechar el viaje pa’ estudiar un poquito. Oiste, pero ese gringo está muy bueno!", opinó mientras le daba a Ken un repasón visual que él notó complacido. El tipo era bastante alto, de contextura atlética, bien parecido y con unas cuantas canas que para ella resultaban interesantes.
Lina era muy joven y un tanto alocada. La típica joven de los ochentas que quería vivir la vida en el carril rápido, gastándose todas sus reservas de adrenalina sin preocuparse por el qué dirán. Ken casi la doblaba en edad y experiencia, pero intuí que ella ya no era Virgelina, sino simplemente Lina, con buen kilometraje y con una aguda inteligencia que sabía capitalizar a su favor. Me contó que había ido a Nueva York a visitar a su familia y que estudiaba comunicación social en una universidad de Medellín.
"Qué curioso! Yo también estudio periodismo y comunicación social en la misma universidad!", le dije queriendo perfilar la simpatía que ya existía entre nosotros.
"No charlés! Entonces tenemos mucho de qué conversar", me contó entusiasmada. Descubrí que ya estaba en cuarto semestre, mientras yo solo iba a comenzar el segundo.
"Presentame pues a ese buenón, que ya debe estarse imaginando que le quitaste a la chacha. Hmmm, y yo que no he probado gringo todavía!", me dijo entre risas. Su respuesta me sorprendió un poco. Qué clase de mujer le estaba levantando yo al gringo? Una facilona atrapa-maridos? O simplemente una muchacha con inquietudes que quería experimentar nuevas emociones? Crucé los dedos y la llevé entonces hasta donde estaba Ken, entre nervioso y expectante.
Los presenté y empecé a ser para ellos un traductor del placer, un fulano que estaba en el lugar y el momento indicados. La química entre ambos era evidente y yo hacía de catalizador para esas chispas que brotaban de ambos. Finalmente abordamos el avión y como ya no era temporada alta en Colombia, venía casi vacío. Nos ubicamos en una fila de tres asientos contiguos y a mí me ubicaron en el de la mitad, en medio de un gringo ganoso y una tetona aventurera.
La conversación empezó con temas triviales, pero luego se tornó más variada y politemática. Fue algo bastante agotador, mientras le capté el ritmo y opté por sintetizar algunas cosas que no eran tan relevantes. Luego del almuerzo, decidieron cambiar de silla y me dejaron a mí en la del pasillo, con la consabida incomodidad por no escuchar ya tan claramente a Lina y porque lo que yo traducía lo escuchaban los vecinos. Ken comenzó a ordenar cocteles Cuba Libre y justo unos minutos después empezamos a cruzar la gigantesca isla de Cuba. Tal vez él había oído en alguna parte aquello de que el ron es el típico licor ablandacarnes. Y sí que las ablandó! La coquetería de Lina se hizo más evidente. Los primeros besos y caricias tuvieron lugar. Hubo momentos en que creí que harían parte del "high mile club" porque ambos miraban de manera insistente el diminuto baño del pasillo.
Finalmente no sucedió nada. Cuando ya cruzábamos sobre Jamaica, la azafata vino con su catálogo del DutyFree y por supuesto, Lina se antojó de un perfume y chocolates. Ken me ofreció entonces que pidiera yo también algo del catálogo. Me dió un poco de pena, pero terminé pidiendo una loción pequeña. Más tarde, cuando Ken se paró al baño, Lina me preguntó de dónde nos conocíamos. Le tuve que decir la verdad y contarle que me había pagado para contactarla. Esperaba que se pusiera furiosa o me hiciera reclamos. Ni siquiera se inmutó. Por el contrario, le pareció divertido el hecho y me dijo que me consideraba un buen traductor. Le conté entonces que era mi primer trabajo. Qué había hecho de guía turístico, pero nunca de traductor o intérprete y menos aún, por un espacio de tiempo tan largo. No era lo mismo andar con turistas y manejar un vocabulario estándar que uno se podía aprender previamente, a estar preparado para hablar de cualquier cosa. Tenía bien claro que me debía preparar y ya consciente de que mis días como corresponsal extranjero estaban acabando, tenía que estudiar algo más acorde con lo que iba a hacer en adelante. Lina me ofreció entonces contactarme con una prima suya que trabajaba en el hotel Intercontinental de Medellín para que me enganchara con turistas y ejecutivos extranjeros que a menudo necesitaban intérpretes. Me daba un poco de susto, pero le dije que sí.
Dos horas después aterrizamos en Medellín y el par de tortolitos tomaron su camino, mientras yo volví solo a casa, satisfecho de haber hecho un buen trabajo con una excelente remuneración. Suerte de principiante? Tal vez. Pero lo que vino después fue una muy buena racha, que todavía hoy añoro que se repita.
Continuará…

Malcolm Peñaranda

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